Una bandera israelí en el Parlamento


BarcelonaLa política internacional hace ya tiempo que tiene una dimensión interna y forma parte de las guerras culturales. Y entre todos los conflictos del planeta, el que despierta más pasiones y provoca unas grietas más profundas es, sin duda, el que enfrenta a israelíes y palestinos.
Históricamente, tanto el nacionalismo catalán como el socialismo han tenido vínculos ideológicos con Israel y un cierto componente prosionista en sus filas. Es sabido que Josep Borrell, inspirado en el sionismo socialista, pasó un verano en un kibutz cuando tenía 22 años y allí conoció a la que sería su primera mujer, la socióloga francesa de origen judío Caroline Mayeur. El hijo de ambos, Joan Borrell, es un diplomático que habla hebreo con fluidez. Otros socialistas catalanes, como José Zaragoza, comparten posiciones prosionistas, aunque son críticos con Benjamin Netanyahu. Un caso similar es el de la diputada de ERC Pilar Vallugera. En cualquier caso, ambos están en minoría en sus respectivas familias políticas.
También es conocida la influencia del pensamiento sionista Jordi Pujol, que de joven recibió la influencia de David Tennenbaum, judío y socio de su padre Florenci. La férrea voluntad de ser del pueblo judío siempre ha fascinado a cierta parte del nacionalismo catalán que ha aspirado a reflejarse en él, tal y como explica la periodista Anna Figuera en el libro Jordi Pujol y los judíos (Pórtico, 2011). Esto hace que hoy, en Junts, como antes en CDC, este componente sea bastante mayoritario o que al menos no sea un factor divisivo.
El giro de la derecha española
El caso más interesante es el de la derecha española, que históricamente había sido antisemita por su base nacional católica. Recordemos que un historiador claramente antisemita como Ricardo de la Cierva fue ministro de Cultura con UCD. Aquí ha habido un cambio profundo, y ahora Vox, partido en el que se impone la islamofobia propia de la extrema derecha europea, se alinea claramente con Netanyahu mientras el PP realiza equilibrios. Sin embargo, no está claro que las bases ultracatólicas españolas estén del todo de acuerdo con este giro.
Y es que la brutalidad de las imágenes que llegan de Gaza obliga a partidos como Junts a modular su posición, tal y como demuestra su voto a favor a la admisión a trámite de una propuesta por un embargo total de armas a Israel mientras criticaba el cierre de la oficina de Acción en Tel-Aviv.
Esta tibieza de Junts amb Israel ha sido aprovechada esta semana por Aliança Catalana para lanzar una opa a todo el electorado sionista catalán. Silvia Orriols desplegó una bandera israelí en la sala de prensa del Parlamento en un gesto que puede haber provocado rechazo en una parte de sus seguidores pero que demuestra que a la extrema derecha independentista no le interesa tanto convertirse en un catch all party cómo, siguiendo el modelo de Vox, ser el refugio del voto ideológicamente fuerte contra la izquierda. Y esto es una mala noticia para Junts.
Los detalles
La mala relación entre Silvia Orriols y Agustí Colomines
El jueves durante el debate en el Parlament Sílvia Orriols se dirigió al diputado de Junts Agustí Colomines con el apelativo "cupero", mientras éste se reía desde el escaño. La tensión entre Orriols y Colomines no es nueva: la jefa de filas de Aliança Catalana se ha quejado de que el diputado de Junts la tilde de "fascista". La mala relación entre ambos también es visible fuera del hemiciclo, cuando se cruzan por el pasillo.
El magistrado sólo concede entrevistas con cuestionario
El magistrado Manuel Marchena se fía tan poco de los medios, incluso de los más cercanos ideológicamente, que las pocas entrevistas que ha dado para promocionar su libro La justicia amenazada (Espada) han sido mediante cuestionario escrito y sin posibilidad de repreguntar. En el caso del ARA y de otros medios catalanes. Marchena directamente ha declinado la posibilidad de conceder una entrevista.