Religión

"La pregunta que más me hacen durante el Ramadán es si tengo sed"

Buena parte de los 650.000 musulmanes que viven en Cataluña comienzan el mes de ayuno y oración

Ramadán 2
01/03/2025
3 min

AlcoverDos mesas espléndidas ocupan la mitad del comedor. Sali y Nadia, que son hermanas, han cuidado todos los detalles. Hoy es el primer día de Ramadán y, además, vienen dos periodistas a casa. Batido de aguacate y plátano, té, la harira (que es una sopa que lleva de todo, menos cerdo, evidentemente), dulces, empanadas y dátiles, como marca la tradición musulmana. Los hijos de Sali, Yassin, de ocho años, y Rodayna, de diez, miran la mesa como si también hubieran estado todo el día sin comida, pero ellos son demasiado pequeños para hacer el ayuno. "Yo he intentado hacer el Ramadán, pero he encendido la televisión y en todos los canales estaban comiendo... y me ha entrado hambre", dice el pequeño frustrado mientras la familia se ríe.

Esta tarde en Alcover (Alt Camp) está el Desfile de Carnaval y por las calles desfilan superhéroes, abejas y princesas. Pero cuando se acerca la hora, los musulmanes se van retirando. Van a su casa, a la de los tíos oa la de los vecinos y disfrutan de la cena después del primer día de ayuno. En casa Sali y Nadia, cuando faltan diez minutos para la hora (hoy el sol se pone a las 18.50 h) empieza a llegar el resto de la familia. Cada vez que suena el timbre, Sali sonríe. Ya van llegando. Es posiblemente el momento más bonito del Ramadán, cuando toda la familia se va reencontrando antes de comer.

En casa también está Sara, que es la abuela de la familia, y Saaida, que es una vecina que ha llegado hace poco de Marruecos. "Lleva seis meses aquí y todavía no habla catalán", explica Sali. Uno de los hijos de Nadia, Mohamed, explica que la primera vez que hizo Ramadán, con 12 años, no pudo resistir y comía a escondidas. Su hermano, Ilias, tampoco pudo aguantar el primer año, ya las cuatro de la tarde dijo lo suficiente. Ahora tiene ya 18 años y no le supone ningún esfuerzo; eso sí, no deja de dar explicaciones a los amigos. "La pregunta que más me hacen durante el Ramadán es si tengo sed", dice. La primera vez que hizo el ayuno con éxito, con 13 años, sí que tenía porque además era verano, pero asegura que se mojaba la cara y le bastaba. "También me preguntan si puedo comer chicle o si puedo saltarme el Ramadán si me encuentro mal", explica con una sonrisa. Se siente una oración desde el móvil de Saaida. Ya es hora. La abuela se va a la habitación a rezar y el resto de la familia se sienta a la mesa contenta. Empiezan por los dátiles. Es el primer día del mes más especial para los musulmanes.

La mesa parada a la espera de que acabe el primer ayuno.

Medio millar de catalanes

El Ramadán rememora el momento del año 610 en el que, según la tradición musulmana, el ángel Gabriel se apareció al profeta Mahoma y le reveló el Corán, el libro sagrado islámico. Durante un mes, los seguidores de esta religión, unos 650.000 en toda Cataluña provenientes principalmente de Magreb, África subsahariana y Pakistán, ayunan y se abstienen de beber, fumar o mantener relaciones sexuales entre la salida y la puesta del sol. "Tampoco podemos criticar, que es pecado", puntualiza Sali. El objetivo de este sacrificio es crecer espiritualmente, acercarse más a Dios. El islam es la segunda religión con más seguidores, después del cristianismo. "También nos sirve para sentir en la propia carne lo que sufren quienes no pueden comer, como las personas que están sufriendo las guerras", dice la mujer. Durante este mes, los musulmanes deben rezar cinco veces ya menudo lo hacen en comunidad. "Por la noche, sobre las ocho, vienen muchos musulmanes a rezar en la mezquita", explica Abderramán, miembro del Centro Cultural Islámico La Pau del barrio de Campclar, donde hay una de las mezquitas más importantes de Tarragona.

Durante la cena en casa la familia de Sali y Nadia, explican que a veces no es fácil seguir el Ramadán en Catalunya. "Depende mucho del trabajo", explica Mohamed. Algunas veces le han permitido cambiar de turno, pero otras no. En estos casos, cuando por fin llega la hora de terminar el ayuno se come un par de dátiles que lleva en el bolsillo y se toma un batido. Sali también ha tenido algún problema en el trabajo: "Trabajaba de camarera y cuando todos paraban para comer, a mí me decían que como no comía, debía seguir trabajando durante la media hora de pausa".

Habiendo cenado, los adolescentes de la casa vuelven a marcharse, que hoy es sábado y Carnaval, y mañana se levantarán temprano para poder comer algo antes de que salga el sol.

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