Derechos sociales

¿Cómo contraatacar la desinformación y el discurso del odio en las redes?

La Mesa del Tercer Sector alerta de que las 'fake news' desacreditan a las entidades sociales ya las personas para las que trabajan

Ignacio Aragay hablando con Giorgio Ossola, Isabel Alcalde, Romaisa Krima, Óscar Velasco y Rubén Sánchez en el debate organizado por la Mesa del Tercer Sector.
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BarcelonaA los prejuicios que señalan las mujeres feministas, las personas inmigrantes, pobres, gitanas o el colectivo LGBTIQ, hay que sumarle el impacto que representa la desinformación, las mentiras que se esparcen como la pólvora a través de perfiles virtuales. No es que las informaciones falsas sean un escenario moderno, pero en la última década se ha producido "un punto de inflexión", a partir del Brexit y de las primeras elecciones en las que se impuso Donald Trump en EE.UU.

La maquinaria de fake news se ha sofisticado y democratizado gracias a herramientas como la inteligencia artificial, capaz de enviar mensajes manipuladores con una apariencia de realidad bastante conseguida. Con este punto de partida, la periodista Nereida Carrillo firma Los derechos sociales en tiempo de la desinformación, el nuevo dossier de la Mesa del Tercer Sector, que se ha presentado este jueves en un coloquio moderado por el director adjunto del ARA, Ignasi Aragay, y que forma parte de la estrategia de la organización para luchar contra el odio.

Carrillo subraya los riesgos de la desinformación en una sociedad que no disponga de herramientas rigurosas que contrarresten las noticias malintencionadas, que son –afirma– un peligro para la democracia. "La desinformación es odio en formato mentira, una de las caras que adopta el discurso del odio", indica la periodista, impulsora del proyecto Learn to check, que enseña a distinguir la información falsa de la real. La repetición de fake news acaba por tocar no sólo la calidad de la política o las redes sociales, sino que en los últimos años ha situado los derechos sociales en su punto de mira y, en consecuencia, "entorpece" la labor de las entidades, porque se confecciona un discurso falso para minar su reputación y también provoca desconfianza y violencia contra los trabajadores de este ámbito, además de "incrementar los prejuicios y este existe la voluntad de "bloquear el cambio social".

En esta misma línea, el presidente de la Mesa, Xavier Trabado, advierte que el objetivo final de la ola reaccionaria actual es "romper la cohesión social" y "disminuir la capacidad del Estado", y en especial del estado del bienestar. ¿Cómo contrarrestar este discurso antiderechos? Con el pensamiento crítico, denunciando las vulneraciones y huyendo de la desinformación como estrategia política.

Del 'cayuco' a la DANA

Ejemplos de este impacto los encontramos en la DANA del mes de octubre de 2024 en el País Valenciano, cuando todavía con las calles convertidas en un barro y las muertes bajo las aguas, varios perfiles de ideología ultraderechista se activaron para cuestionar el papel de organizaciones humanitarias en la ayuda a los damnificados. Una de las entidades afectadas fue Cruz Roja, que durante aquellos días trágicos recibía hasta 7.000 interacciones diarias en las redes sociales, nada que ver con las 300 semanales en periodos ordinarios, según ha explicado Òscar Velasco, responsable de comunicación en Catalunya, que ha situado el origen de esta persecución en la imagen de sus trabajadores cayucos y en el discurso falso que sólo se ayuda a los recién llegados.influencers y saltos para lanzar "mensajes básicos que se vuelven virales" y que incluso acaban calando internamente en el seno de las entidades.

Las personas migrantes –en especial los jóvenes y los menores no acompañados–, junto con los sinhogares, las feministas o el colectivo LGBTIQ+ son "deshumanizados", apunta Carrillo, quien los sitúa como diana de informaciones manipuladas, sacadas de contexto o sencillamente mentiras. Romaisa Krima, técnica del proyecto Entre Jóvenes de FEPA, la federación para la emancipación de jóvenes tutelados, denuncia la "criminalización" de este colectivo, al que se tacha sin pruebas ni rigor como "a delincuentes" o "parásitos sociales", y se olvida que en realidad "son víctimas". En esta misma línea, Giorgio Ossola, que había estado años en la calle y ahora trabaja para Arrels, también se queja de que los prejuicios contra los sinhogares son muy graves ya menudo conllevan un refuerzo de la victimización: "No se pueden proteger".

Contra esta desinformación bien organizada, Isabel Alcalde, miembro de la entidad de salud mental Daruma de Granollers, apela a la "militancia personal" para desmontar estigmas que, en estos casos, no sólo afectan directamente a la persona que sufre un trastorno, sino también a los familiares y entidades. Y Rubèn Sánchez, técnico del área de sensibilización del departamento de Igualdad y Feminismo, admite que es necesario que las administraciones públicas se involucren en montar un contragolpe, quizás también utilizando el humor, lo apoya Òscar Velasco.

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