De la escoba al lavavajillas: la insólita historia de ocho inventos cotidianos
No nacieron para cambiar el rumbo de la historia pero que han permitido simplificarnos la vida

Los útiles que utilizamos actualmente para las tareas domésticas son más modernos de lo que parecen. Algunos nacieron con una finalidad distinta, otros llegaron casi de casualidad y acabaron revolucionando nuestras rutinas diarias.
Es complicado decidir qué inventos han supuesto un antes y un después en la historia de la humanidad. A menudo, el criterio para determinar qué creaciones son de primera o de segunda es clasificarlas según cambiaron el paradigma de un determinado sistema y crearon uno nuevo a partir del cual se pudieron realizar actividades que antes eran impensables. El fuego, la rueda, la pólvora, la imprenta, el teléfono… Todos son inventos que, sin duda, han permitido dar un paso de gigante en la evolución de nuestra sociedad.
Sin embargo, otros no nacieron para cambiar el rumbo de la historia, pero que han permitido simplificarnos la vida. Aunque parezca que la escoba o la fregona lleven toda la vida dentro de las casas, se desarrollaron durante el siglo XIX y XX y cuentan con historias curiosas detrás. Algunos inventos llegaron para cambiar y facilitar hábitos del día a día y ahora no podemos imaginar nuestra vida sin tenerlos cerca.
La escoba moderna
El concepto de escoba actual, con una superficie plana como la conocemos, surgió en un ámbito estrictamente religioso. Los Shakers (también conocidos como Sociedad Unida de Creyentes en la Segunda Aparición de Cristo) fueron los que la perfeccionaron durante el siglo XIX. Antiguamente, era un instrumento muy utilizado en asuntos relacionados con la superstición y la magia para barrer los malos divinos y humanos de un sitio. Existe la superstición de que nunca se debe barrer una casa nueva con una vieja escoba. Podría traer mala suerte.
La lavadora
En 1908, Alva J. Fisher, un ingeniero estadounidense, patentó la primera lavadora eléctrica con un tambor que podía lavar, escurrir y centrifugar la ropa automáticamente. La primera máquina para lavar ropa se le atribuye a Jacob Christian Schäffer, un científico alemán del siglo XVIII. En 1767 diseñó una máquina que consistía en un tambor de madera con palas internas que giraban manualmente para agitar la ropa con jabón y agua. La empresa Balay fue la primera en comercializar lavadoras automáticas en España. Fundada en Zaragoza en 1947 y especializada en fabricar transformadores de radio y reactancias, en 1966 empieza a introducir las lavadoras en nuestro país.
El lavavajillas
En 1850, Joel Houghton patentó una máquina para limpiar platos, y en la década de 1860 Gilbert Richards y Levi A. Alexander registraron otros aparatos para lavar platos y tazas, cada uno mejor que el modelo anterior. Sin embargo, el primer lavavajillas moderno lo creó Josephine Cochrane en 1886. Lo que hacía que fuera un aparato diferente al resto era que tenía una salida de agua caliente con jabón a presión a través de una bomba accionada por un motor que podía lavar unos doscientos platos en pocos minutos. En la década de los años cincuenta se redujo el tamaño de los lavavajillas. La versión automática no llegó hasta la década de los setenta, cuando empezó a introducirse en las casas.
La aspiradora
En 1901 se patentó la primera aspiradora. Creada por el ingeniero de origen inglés Hubert Cecil Booth, la llamó Puffing Billyi era una máquina muy grande que tenía un motor eléctrico que aspiraba el polvo. Poco después creó otra, la Trolleyvack, que utilizaba un motor más pequeño. Otros ingenieros tomaron el relevo de Booth y desarrollaron modelos más pequeños. En 1906 se presentó un aparato de "sólo" 150 kilos. En la década de 1930 se presentó el primer modelo doméstico.
La nevera
El estadounidense Thomas Moore fue el creador de la primera nevera, un armario que enfriaba gracias a mezclar hielo y sal. La primera nevera eléctrica se construyó en 1927 e introducía por primera vez accesorios como cajones y estantes. En el siglo XV se empezaron a construir las primeras estructuras arquitectónicas para conservar la comida. Eran pozos de nieve cubiertos y orientados al norte. Entre los siglos XVI y XIX se empezaron a comercializar los bloques de hielo. En nuestro país, los armarios-nevera convivieron con las neveras eléctricas hasta los años sesenta, ya que muy pocas personas podían permitirse tenerlas por el precio y por el consumo eléctrico que suponía.
El microondas
Este aparato lo inventó Percy Spencer en 1945. Este científico estaba investigando diferentes formas de mejorar el funcionamiento del radar. Mientras trabajaba rodeado de magnetrones, unos dispositivos que transforman la energía eléctrica en microondas electromagnéticas, vio que la chocolatina que llevaba en el bolsillo se deshizo. Tras realizar pruebas diversas, descubrió que la exposición a microondas electromagnéticas de baja intensidad calentaba los alimentos. Meses después fabricaría el primer modelo de microondas y en 1947 se comercializó. Los primeros microondas eran muy grandes, necesitaban una instalación muy aparatosa y costaban unos 5.000 dólares de la época.
La batidora
Ralph Collier patentó el primer mecanismo bateador con partes rotatorias en 1856 que se fueron perfeccionando con los años. En 1885, Rufus Eastman presentó un modelo que podía batir al conectarse a un pequeño motor eléctrico. Las manos eran la mejor herramienta para triturar, mezclar y batir con la ayuda de cucharas grandes o del mortero, hasta la llegada de las varillas simples manuales de la cocina francesa del siglo XIX. Este utensilio entró en España hacia los años 70. El diseñador industrial catalán Gabriel Lluelles Rabadà es reconocido como el inventor de la Minipimer, la batidora con las hojas en la punta de un brazo que conecta con el motor. Trabajaba en la empresa Pimer (Pequeñas Industrias Mecánico Eléctricas Reunidas) que más tarde se fusionó con la alemana Braun.
El palo y el cubo de fregar
Manuel Jalón, un ingeniero aeronáutico nacido en La Rioja, fue el creador de la fregona. A mediados del siglo XX, durante su estancia en la base aérea estadounidense vio cómo se utilizaba un palo de madera con unas tiras de algodón en el extremo para limpiar. Los operarios sumergían el trapo en un cubo de metal lleno de agua y lo escurrían con un sistema de dos rodillos. Cuando regresó a España, patentó los primeros fregonas y también el cubo de plástico que utilizamos actualmente. La autoría de ese invento se le disputaron con Manuel Bellvis González, pero finalmente una sentencia de la Audiencia Provincial de Zaragoza ratificó, en abril de 2009, que la patente era de Jalón.