Literatura

Theodor Kallifatides: "Quizás podemos aprender algo de nuestros nietos"

El escritor greco-sueco conversa en el CCCB con Monika Zgustova

Theodor Kallifatides este lunes en el CCCB
06/05/2025
2 min

BarcelonaA Theodor Kallifatides (Molaoi, Peloponeso, 1938) ya no le quedan amigos ni familia en Grecia. "Ya no tiene sentido volver, todos han muerto: mis padres, mi hermano, mis amigos... No tengo nada. Si pierdo a la gente, pierdo el país. Si ahora voy allí, soy solo un turista más. En Suecia es donde tengo a la gente que quiero. Mi país es mi familia". Lo dice llanamente, como escribe. Así se explicaba este lunes lluvioso el autor greco-sueco en el CCCB, frente a más de trescientas personas.

Lo hacía, además, ensayando algunas frases en castellano, idioma que ha empezado a aprender de forma autodidáctica debido a su éxito libresco. Con el catalán por el momento no se ha puesto. Kallifatides es muy leído en Suecia –toda su obra la ha escrito en sueco– y aquí. Más que en Grecia. En ningún otro país tiene tantos lectores. El sueco es su lengua de adopción y su lengua literaria. El griego le sale por todas partes, es una lengua seminal europea: "Te la encuentras en las estrellas cuando miras en el cielo, en el mar, en la medicina, en la filosofía, en los mitos". También habla inglés y francés, y se defiende en italiano y en alemán. Es el europeo por antonomasia, símbolo de la unidad y la pluralidad del Viejo Continente, de la tolerancia que ahora está en entredicho.

Theodor Kallifatides y Monika Zgustova este lunes en el CCCB.

En conversación con Monika Zgustova, también ella misma políglota y al mismo tiempo catalana, española y checa, Kallifatides se declara "aterrorizado" por el rumbo que está cogiendo Europa y el mundo. "Trump mira la inmigración como un problema y quiere enviar fuera a la gente. En Alemania, Suecia, Francia, en Europa, necesitamos a los inmigrantes porquè no tenemos suficientes hijos. Pero en lugar de intentar que los venidos de fuera olviden que son extranjeros, les imponemos ser-lo. Esto no lo aceptaré nunca. No, no y no. Y yo no seré nunca un extranjero en el país donde viva, siempre aprenderé su lengua". Lo dice con una sonrisa en los labios. Con él, todo parece posible: "¿Que si me costó aprender sueco? El problema no es la lengua, sino tener ideas, cosas que decir. Una lengua siempre es una aventura intelectual, es como entrar en un río. Y las ideas me venían, como pajaritos picoteando en mi cabeza".

La última idea que le ha rondado dice así: un día, una nieta suya de 13 años fue con dos amigas a pedirle convertir la buhardilla de un gallinero en un espacio para ellas. "¿Qué haréis? No hay internet, está oscuro, no tiene ventanas". "Estaremos allí, nos miraremos y reiremos", dijeron. "¿Nada más? ¿Sólo reír?" "¿Te parece poco?", fue la respuesta imbatible. Kallifatides volvió al despacho, se preparó un café a lo Kierkegaard, con poco café y mucho azúcar, y pensó que al filósofo le hubiera gustado hacer un ensayo titulado El desván de la risa. "Quizás podemos aprender algo de nuestros nietos", seguro que más que de los "bebés gigantes" que nos gobiernan.

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