¿Qué tiene Cal Trumfo para que le recomiende tanta gente?
El restaurante de la Torre de Oristà es un templo del producto que tiene cada día más adeptos


Torre de Oristà¿Qué tiene Cal Trumfo, de la Torre de Oristà, que me ha hablado tanta gente? Con esta pregunta en la cabeza puse rumbo al Lluçanès, que, por cierto, estos días está verde, florecido y precioso. Volví cargada de embutido, queso y una torta de Perafita. Difícil llegar a casa con una despensa que diera más choque.
Pero volvamos a Cal Trumfo. Yendo allí, una amiga que es de la zona y que nos acompañaba, quería rebajar la euforia. "Es un local sencillo, ¿eh?", decía. "La cocina es muy buena, pero no esperes virguerías. Quizás te la he vendido demasiado bien", iba poniendo la venda antes de la herida. Pero el resultado estuvo por encima de las expectativas, porque Cal Trumfo lo tiene todo: un producto excelente, perfectamente cocinado, y un espacio que no sólo acoge a quien enganchó, sino que está abierto al pueblo.
El artífice de todo ello es Isaac Monzó, un cocinero de Nou Barris que si seguimos la máxima de "dime con quién vas y te diré quién serás" basta con comentar que sus amigos y personas con las que ha trabajado son Jordi Vilà, de Alkimia y AlKostat, y Oriol Rovira, de Els Casals. De hecho, Monzó es quien llevó a Vilà al Vivanda, un restaurante que ha acabado siendo de Vilà. Y fue quien empezó a cocinar en Els Casals una vez inauguraron después de que se quemara. De hecho, una parte importante del éxito de Cal Trumfo es el camino vital que ha hecho Monzó.
Una de las maravillas de este local es que en la carta hay un recuadro dedicado a los productores, que los describen como "una opción superior". La ternera es de la Granja Corominas, de Aviñón. Los recocidos, los yogures y el queso fresco, del Gerard de Postres Artesanos Santa Eulàlia, de Lluçà. Las mermeladas, de Cal Benet, de Alpens. El cerdo, de Cal Rovira, de Sagàs. El pan de cristal, de El Raiguer Obrador, de Navarcles. El pan de formento, del horno Cal Pujals, de Sant Boi de Lluçanès. La miel, de José de Cal Met, de la Torre de Oristà. Los quesos, de Reixagó, de Olost. El cordero, del Soler de Hugo, de Prats de Lluçanès... Y así va haciendo la lista, que dice tanto de quien sale como de quien decide exponerla.
Y nada es en vano. Isaac Monzó, durante una buena temporada, trabajó para Jordi Vilà. Su trabajo era recorrer el territorio para encontrar los mejores productos para el restaurante Alkimia. Y ahora, claro, ya tiene el trabajo realizado. "En ese momento digo, ostras, estamos aquí en la Torre de Oristà y estamos gastando producto como si este bar fuera el Alkimia. La gente lo va a acabar valorando", pensó en ese momento Monzó. Por supuesto que lo valoran. Sin ir más lejos, yo engullé unos pies de cerdo rellenos de butifarra de perol y cepas que merecerían un premio. Como el costellón en el horno con berenjena o la cola de buey.
De hecho, reconocimientos ha tenido, Monzó. Como cuando fue reconocido como finalista a mejor cocinero del año por el Fòrum Gastronòmic de Barcelona. Esto ocurrió a finales del 2019, y cuando se empezaba a notar la repercusión vino la pandemia. Monzó se la pasó haciendo embutidos en el obrador de Cal Rovira y repartiendo. De hecho, los martes todavía les echa una mano con el reparto. Ya sabemos que a los cocineros ni se les caen los anillos, ni saben quedarse quietos. El caso es que cuando se pudo volver a abrir, la gente volvió de inmediato.
La frase de Fermí Puig
Hace falta Trumfo abrió hace ocho años. El establecimiento que había antes cerraba, y el pueblo se quedaba sin punto de encuentro. cenas para los abuelos del pueblo. Y tienen unos sofás y unas mesas en la entrada, para que la gente venga sencillamente a tomar el café y charlarla. lugar donde se encuentra. Es lo que muchos pretenden ser, pero se quedan sólo con el discurso: ellos sí que pueden hablar de proximidad, de cuidado de los productores y de ingredientes de temporada. también siendo embajadores.