Cada casa, un mundo

Vivir y ver la historia de la casa: la reforma mantiene su esencia y cambia sus usos

EMA 18044 (Mahón). Emma Martí arquitectura.

La cocina de la vivienda.
25/04/2025
4 min

La de esta casa del centro de Maó es una reforma hecha por partes ya lo largo del tiempo, como lo son muchas de las obras que se van realizando a medida que se crean las necesidades y, sobre todo, al ritmo que a menudo marcan las posibilidades. Así es como lo afrontó la arquitecta menorquina Emma Martí para la rehabilitación de un edificio entre medianeras que adquirieron con su pareja pensando en darle todos los usos que requerían sus vidas. De hecho, según apunta, la compra de la casa podría afrontarse sólo si debía solucionar las tres necesidades principales que tenían en este sentido entonces: debía ser el hogar familiar, pero también debía acoger su estudio de arquitectura y la consulta de osteopatía de su pareja. Así, compensaría la inversión en una casa situada en los primeros crecimientos fuera amuralladas de Mahón y que, a pesar de ser originaria del siglo XVIII, nunca fue una casa señorial ni burguesa, sino que había acogido una tienda en la planta baja y la vivienda para la familia que la llevaba a las dos plantas superiores

La façana de la casa.

De hecho, Emma Martí la describe como "una casa austera y honesta con sus orígenes". Y especifica: "No tenía mosaicos hidráulicos, ni estucos, pero había mantenido su esencia y carácter a lo largo de los años". Hay, además, algo que fue determinante para la línea que tomaría este proyecto y que lo remarca la propia arquitecta: "Los antiguos propietarios habían ido guardando celosamente las piezas de carpintería que ya no utilizaban, habían mantenido los suelos de cerámica y las escaleras tal y como eran originalmente".

Si esta casa hoy es como la vemos es porque el proyecto se ha hecho poco a poco, a trozos, con un gran respeto por los elementos originales y poniendo en valor la esencia del edificio, en muchos sentidos despojándolo. Puesto que no sólo es el proyecto de Emma Martí, sino también su casa y donde se encuentra su estudio de arquitectura, y además no podían asumir la reforma de todo el edificio de repente, se han entretenido en la búsqueda de lo intrínseco en la casa con el objetivo de mantenerla todo y repensarla toda la tradición y darle un aire que está muy bien.

Una habitación de la casa.
La sala de estar.

Así, desde 2018 hasta 2024, lo primero que se rehabilitó fue la planta baja, que es donde se desarrolla la vida laboral de la pareja: por un lado, en la parte de la calle, la consulta del osteópata, mientras que el estudio de arquitectura se encuentra más detrás, en las dependencias (antigua cocina y comedor de la casa) que bodega también rehabilitado. Como muchas de las casas entre medianeras, ésta es mucho más alargada que ancha, además de estar dominada por una disposición vertical. De ahí que, si en el sótano y en la planta baja trabajan, en las dos plantas de encima hacen la vida familiar: en la primera se encuentran las zonas comunes —la sala, la nueva cocina y el comedor—, mientras que en el segundo piso se encuentran los dormitorios.

Remarcar las intervenciones

Querían ver la historia de la casa y conservar su esencia, pero también aquellos elementos que le daban el carácter. Además, Emma Martí quería que las intervenciones fueran claras, que se hiciera visible tanto lo recuperado como lo introducido o transformado. En este sentido, se perseguía vivir y ver tantas capas de la vida del edificio como fuera posible. Con tiempo, fueron quitando los papeles de las paredes y, en muchos rincones, decidieron conservar lo que salía, tal cual: unas manchas en la pared, algunos viejos parches, irregularidades, defectos, heridas antiguas. Con tiempo, sacaron cielos rasos, dejando las vigas vistas, quizá algo limpiadas, no mucho, pero en todo caso potenciando los techos altos del edificio. También recuperaron aquellas puertas y ventanas que con tanto cuidado habían guardado los antiguos propietarios y recolocándolas, aunque fuera en un elemento nuevo. Es el caso del tabique de madera que se ha hecho para dividir los espacios de la planta baja, un tabique que no llega al techo pero sí se aguanta con una estructura y que acoge viejas puertas, algunas de ellas transformadas en correderas. Éste es uno de los elementos más singulares de la casa, con esta convivencia entre un pasado conservado y un presente que requiere flexibilidad y ligereza.

Imatge Maó20
Imatge Maó20

También con tiempo y con la voluntad de preservar su paso, decidieron conservar la cocina antigua y la vieja bodega con su bóveda, ambas ahora parte del estudio Emma Martí Arquitectura. Conservaron la fresquera, las escaleras, los techos y las vidrieras que son tan características en las casas centenarias de Maó. Se conservó el suelo de la planta más alta —la de los dormitorios—, la cerámica de la planta primera y sólo se hizo un microcemento en la planta baja porque el alicatado no era ni el original ni afortunado. Y para solucionar necesidades, pocos materiales: además de la madera para los tabiques, armarios y para la cocina, se utilizó baldosa blanca como revestimiento de las duchas y un mármol para el suelo.

Y en el fondo de todo y muy presente, el patio, también limpiado, también recuperado y potenciado. Con sus diferentes niveles y con unas plantas que, con tiempo, como todo, se están haciendo exuberantes, el patio trasero da vida a toda la casa, que en buena medida se vuelve para contemplarlo y vivirlo intensamente.

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