

El miércoles se produjo finalmente el relevo en la cúpula militar de Israel. El general Herzi Halevi abandonó el cargo después de solo 26 meses y el general Eyal Zamir le sustituyó. Fue una ceremonia tensa, en la que el nuevo jefe del estado mayor apeló a menudo a Dios y en la que Benjamin Netanyahu habló de acuerdo a sus intereses políticos y personales.
De estos últimos 26 meses de Halevi, 16 han estado marcados por la guerra de Gaza, un conflicto que Netanyahu no quiere dejar atrás porque le permite sacar un rédito político. En ese contexto, muchos vieron una significación especial en la alocución de Halevi: "Yo veo la responsabilidad en la cuestión de los valores, no de la legalidad. Los valores están por encima de la legalidad".
Halevi no se detuvo aquí y pidió la creación de una comisión "estatal" para investigar el fiasco del 7 de octubre del 2023, una cuestión de la máxima actualidad, que enfrenta a la sociedad israelí y la clase política y que Netanyahu sigue eludiendo. Por tanto, el pronunciamiento de Halevi a favor de una comisión "estatal" no es banal.
Netanyahu se opone frontalmente a que la comisión que investigue las responsabilidades sea "estatal", porque una comisión estatal –"independiente"– significaría que algún magistrado designado por el Tribunal Supremo presidiría la comisión, y Netanyahu no quiere oír hablar del Tribunal Supremo, que es su principal enemigo, por encima de la oposición.
Hasta ahora Netanyahu era partidario de la creación de una comisión "gubernamental", de modo que él pudiera controlarla personalmente, un planteamiento que rechaza la oposición. En Israel se han creado comisiones estatales para investigar asuntos mucho menos trascendentales que el 7 de octubre, por lo que no tiene sentido oponerse ahora a investigar la muerte de más de 1.800 israelíes.
Esta semana Netanyahu ha filtrado su buena disposición a formar una comisión "parlamentaria" (ni estatal ni gubernamental). Sería una comisión dirigida por la Knesset, pero resulta que la Knesset está dominada por la coalición de gobierno, por lo que en última instancia esta comisión también estaría controlada por Netanyahu.
La oposición descarta la última propuesta aduciendo que no es posible que la persona a investigar sea la que se investiga a sí misma. Mientras asistimos a estas discusiones, el tiempo sigue pasando a favor de Netanyahu. Su interés primordial es mantenerse en el poder, y es por eso que está demorando lo máximo posible la creación de la comisión.
Netanyahu no se considera responsable de nada. Dice que los responsables son el jefe del ejército –es decir, el dimisionario Herzi Halevi– y el jefe de servicios secretos para el interior, el Shin Bet, Ronen Bar. Estos dos hombres serían quienes fallaron el 7 de octubre, no Netanyahu.
En los últimos días el ejército y el Shin Bet han presentado sus investigaciones internas y sus responsables han asumido públicamente su parte correspondiente de responsabilidad. Uno, Halevi, ya ha dimitido, y el otro, Bar, no parece decidido a dimitir de momento. Ambos, al igual que buena parte de la sociedad, consideran que hay responsabilidades políticas que recaen sobre el primer ministro.
De las investigaciones internas del ejército y el Shin Bet se deduce que el mayor fracaso no ha sido operativo sino una "concepción global" equivocada de la Defensa y la Inteligencia, y de la clase política, durante un prolongado período de tiempo. Y no hay que olvidar que Netanyahu ha sido primer ministro durante más de una década y que dio el visto bueno a todos los nombramientos de los máximos responsables de la Defensa y la Inteligencia.