

Todos nos preguntamos en algún momento quiénes somos, y la respuesta en el mejor de los casos llega con una suma de respuestas que tienen que ver con la familia y su memoria, la tierra sobre la que tenemos los pies, nuestra mirada, los estudios, el trabajo, la comunidad y tantas otras interacciones que nos van esculpiendo. En El arte de la vida, de Montaigne, la lucha por soi même era la más imprescindible de nuestro mundo espiritual.
En nuestro país, hay una nueva generación de mujeres jóvenes que construyen su identidad en tensión entre una tradición familiar y unos valores de la sociedad donde han nacido que a menudo son contradictorios con la memoria y la forma de hacer de sus progenitores.
Estas chicas son las novísimas catalanas. Son jóvenes que estudian en nuestras escuelas e institutos y que a menudo desaparecen de la esfera pública en la adolescencia. Ante nuestra nariz y como si fuera un imponderable, muchas jóvenes catalanas de origen familiar de religión musulmana se esfuman de las calles, plazas, deporte, actividades y relaciones de amistad con sus compañeros y compañeras.
Situaciones silenciadas
Hemos querido escucharlas, y nuestra reportera Mònica Bernabé le ha dedicado semanas. Sabemos que no son casos aislados sino parte de una situación bastante numerosa de la que se habla muy poco. Una moral religiosa estricta entiende que la nueva sociedad en la que viven está llena de peligros para la virtud de las chicas. Lo explica de forma clarísima la psicóloga y cantante Imane Raissali (Miss Raisa): el objetivo de la familia es que te cases, y eso necesita una reputación inmaculada. Las restricciones a la libertad de las chicas se interpretan como obligación. De hecho, hay muchos símbolos: "Si llevas el velo eres una buena chica, se te respeta y tienes valor", y si lo cuestionas, cuestionas toda la comunidad, la tradición y la religión.
El ARA ha hablado con una chica de 20 años que debe salir a la calle en Barcelona acompañada de su hermano de 9, una chica de 16 años a la que no dejan relacionarse con chicos y no puede hacer música. También hemos hablado con otras muchas chicas y profesionales de la enseñanza que explican incluso que en algunas aulas mixtas hay complicaciones para sentar a los alumnos juntos. En algunos casos, después de la pubertad, desaparecen de las actividades deportivas, la música, la danza, las colonias, los casales de verano y las celebraciones con las compañeras y compañeros de clase.
Los institutos lo gestionan como pueden y el Consejo Escolar municipal del distrito de Ciutat Vella lo tiene registrado como tantos lugares en el país.
La escritora catalana Najat El Hachmi ha explorado a menudo el mundo de estas jóvenes, que ha sido el suyo. Ha explicado las angustias, los deseos y las esperanzas de una mujer magrebí joven que se ha criado en Catalunya y que, al hacerse mayor, se encuentra escindida entre dos mundos –el de su comunidad, tradicionalista, machista e integrista, y el de la sociedad occidental, más libre, pero de un racismo que le pertenece a los dos o la expulsa. Hachmi ha explicado muy bien la lucha de estas chicas para vivir, a pesar de todos los tabúes y traumas que les han inculcado de pequeñas, de una manera diferente a lo que Dios y la comunidad esperan de ellas y de lo que la tradición –la familia, el imán– les imponen.
Hachmi nos ha explicado las contradicciones irresolubles con las madres a las que se quiere ya la vez desprecia por lo que representan: la resignación, la sumisión, el analfabetismo, la dependencia. También ha puesto palabras al posterior descubrimiento de que las mujeres occidentales no son tan libres como ella había idealizado.
Garantizar los derechos
Estas chicas son unas catalanas más y tienen iguales derechos que todas las mujeres de nuestra sociedad. No hablar de sus dificultades, que son en ocasiones un primer paso para los matrimonios forzados, no hace desaparecer el problema. Sabemos que si hablamos de ello podemos ser acusados de racistas o de islamófobos. También podemos ser utilizados por la extrema derecha. Y como dice Raissali, "si lo hago yo, mi comunidad dirá que soy una traidora, así que todo te acaba silenciando: no se habla de ello para evitar el conflicto". Como el trabajo del periodismo es tratar los temas sin apriorismos y pese a las dificultades, hoy puede leer en el ARA un reportaje interesante sobre el problema de identidad de estas nuevas catalanas. A ellas ya sus hijas les debemos la garantía de que además de los deberes que tienen como ciudadanas, tengan también los derechos de ser mujeres libres en nuestra sociedad, y que puedan ser ellas mismas sin coerciones, ni imposiciones, las que elijan su propio camino.