Pedro Sánchez el pasado 12 de junio tras admitir que el PSOE no debería haber confiado al Santos Cerdán.
19/06/2025
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1. Confianza. Es evidente que la fuerza de Sánchez viene en buena parte de la debilidad de los demás. Es realmente insólito que en un caso de corrupción de esa envergadura la oposición sea incapaz de tomar la iniciativa: de marcar los tiempos y los pasos. Cosas de la derecha española. Con un PP dividido y acorralado, liderado por un personaje incapaz de dibujar una estrategia y lanzar una ofensiva. Con dos estorbos (Vox y Ayuso) que para dominarlos y someterlos se necesita alguien con carisma y proyecto. No basta con repetir la letanía de "Sánchez corrupto".

El caso Santos Cerdán no es una zanahoria en la olla de la corrupción. Es una figura clave, que se convierte en hombre de confianza del presidente, que arma un equipo que lo acompaña a la Moncloa, y cuya función es mantener el partido bajo vigilancia y control. Tenía que ser la garantía de un PSOE eficiente y responsable y resulta que era el jefe de grupo de una célula de corrupción que llevaba años aprovechando su posición para hacer fortuna. Y el presidente sin enterarse. La confianza nos hace ciegos, un mecanismo psicológico defensivo para eludir problemas, que después estallan cuando menos se espera. La entrega a ese grupo había creado problemas a Sánchez con el partido, que se sentía menospreciado. Y que solo obedecía órdenes. Ahora el presidente quiere convertirlo en una cuestión de partido para salvaguardar la Moncloa.

Es evidente que hay una responsabilidad grande de Sánchez, que en todo este tiempo encargó misiones clave a Santos Cerdán y le pasaron desapercibidas las facecias del personaje. Algo falla en la Moncloa, cuesta entender que la presidencia pueda estar tan desamparada. Y sería interesante que se explicara cómo ha sido posible esconder las fechorías de un personaje de rostro impenetrable.

2. Ofensiva. La pregunta es: ¿Sánchez realmente analiza correctamente la realidad al pasar a la ofensiva? Su decisión nos tiene que hacer pensar -aunque pueda parecer inverosímil- que no estaba al corriente de nada. Y si no fuera así, no creo que tardase mucho en salir alguna información compremetedora para él, que no le dejaría otro camino que la salida. Y de hecho parece que la derecha no tiene otra iniciativa que esperar que esto pase.

Pasando a la ofensiva, Sánchez pretende hacernos creer que no tiene mochila que lo condene y que tiene margen para marcar el paso. Le ayuda, ciertamente, la debilidad de sus adversarios, incapaces ni siquiera de tomar la iniciativa. Vía libre, pues, para que el presidente retome el camino entre las proverbiales mordeduras del presidente del PP que no le erosionan ni la piel. ¿Cuál es el recorrido de todo esto? La corrupción aleja a la ciudadanía de la política y hace de la desconfianza la relación con los políticos. Es bueno dudar, es bueno mirar la política con sentido crítico. Pero no es bueno que se la vea como una realidad incorregible. Corrupción habrá siempre, como la hay y mucha en la vida económica y social, es la condición humana, pero no es razón para normalizarla como si fuera un destino.

En este escenario, en el que la derecha no tiene fácil trabar una mayoría, Pedro Sánchez si quiere seguir tiene que jugar fuerte. Y esto significa hacer un relanzamiento del proyecto y una importante renovación del personal, con los riesgos que ello conlleva en la medida en que cada vez haya más personas ofendidas y con ganas de venganza. Sánchez necesita actuar deprisa y con decisión, para demostrar que sigue aquí y hacer creer que no tiene nada que esconder y que tiene capacidad de combinatoria para construir mayorías. Un camino incierto que requiere una amplia confianza dentro del espacio socialista que no es evidente que tenga. Afortunadamente para Sánchez, el felipismo, que prácticamente ya no tiene mayor dimensión institucional que el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, ha girado tanto a la derecha que se ha hecho irreconocible para la izquierda.

Esta crisis del PSOE pone en evidencia las dificultades de la alternancia cuando la derecha gira hacia la extrema derecha sin haber logrado sumar fuerzas y hacer el pleno. La sociedad española se resiste más que la mayoría de países europeos a dar ese paso. Y la derecha dividida está en un quiero y no puedo, lejos de esos tiempos en los que la alternancia la marcaban CiU y el PNV.

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