

Basta con recordar el papel activo del PP en el País Valenciano o en Aragón a favor del separatismo lingüístico (llegaron a la charlotada de inventarse el LAPAO) para que no cause demasiada extrañeza que el PP esté maniobrando para impedir que el catalán sea lengua oficial de la Unión Europea. Y, sin embargo, es muy grave oír que han movido hilos en Bruselas contra el catalán. Probablemente sea lo más separatista que hayan hecho nunca, porque si el catalán es una lengua española, ¿por qué un partido español hace campaña exterior en contra? La respuesta solo puede ser una: porque si es catalana, no es española. Punto. Esto va así y lo sabemos todos, porque desde hace siglos, con monarquía o república, con dictadura o con democracia, la identidad española es monolingüe.
Si la posición es patética, la justificación lo es aún más. Dice el PP que está en contra de la oficialidad del catalán en la UE porque "es un ejemplo práctico de que se utiliza la lengua con fines políticos", porque "Sánchez necesita los siete votos de Junts". Esto último es verdad. Tan verdad como que Aznar necesitó los votos de Convergència para ser investido y cedió a la Generalitat parte del IRPF, desplegó a los Mossos en las carreteras y suprimió el servicio militar obligatorio y al gobernador civil. Es decir que, según el argumento, el PP utilizó a Hacienda, la Guardia Civil, el ejército y el orden público con fines políticos. Paren rotativas. En un mundo ideal, la política actuaría por principios y no por intereses, pero las cosas son como son. Y los intereses del PP –y de Feijóo, el moderado gallegoparlante (a ver cómo lo explica en casa)– están claros: debe disputarle la bandera española a Vox, y nunca hay nada mejor que hacerlo contra el catalán.