
En ese pueblo tenían un ritual: cogían una gallina y la pinchaban todos con una aguja. La gallina corría, volaba, y ellos le corrían detrás como si fuera un globo y la iban pinchando, todo el mundo detrás de la gallina, por las calles, todo el mundo riendo. La pobre gallina acababa agonizando, coja y con los ojos despejados, y al final se moría. Entonces le arrancaban las plumas y cada niño se colgaba una en el cabezal de la cama. Era una fiesta de interés nacional. Los intelectuales escribían ensayos reflexionando sobre la grandeza de pinchar la gallina. Los mejores cineastas hacían documentales que todo el mundo aplaudía. Era un ritual de integración que enseñaba a los niños a no dejarse afectar por el sufrimiento de los demás. Sobre todo aprendían que hay unas categorías y que una gallina no tiene nada que hacer. Era un ritual integrador y privativo de aquel pueblo, ya que fuera de allí está mal visto maltratar a los animales, como si tuviera que ver con maltratar a las personas.
Aquella gente tenía otros rituales de aprendizaje de la modestia. Por ejemplo, los trenes. Por promover el ascetismo, tenían un sistema ferroviario que era una tortura. Consideraban de mal gusto los trenes de distancias cortas, lo encontraban provinciano, y sólo invertían en trenes de gran recorrido porque cuanto más se alejaban de su propio pueblo con el tren, mejor se sentían en sentido moral. Cualquier cosa fuera les educaba en la humildad, y eso les hacía una gente muy hospitalaria.
Una vez al año, celebraban la Fiesta Grande de la Hamburguesa. La hamburguesa nada tenía que ver con su tradición culinaria, al contrario. Pero ese día sacaban tablas a las calles llenas de Big Macs, con mostaza y ketchup, que coincidía en que eran los colores de su bandera. Se llenaba de gente. El resto del año aquel pueblo pasaba hambre, pero el día de la Fiesta todo el mundo se hartaba, y los cocineros –considerados también un orgullo, como su propia tradición culinaria, por cierto excelente– ese día eran reverenciados y premiados en concursos, y salían por televisión con sombrero de cocinero y bata blanca. Era una fiesta bonita y llena de banderas. Los hombres regalaban una rosa a su pareja y ellas les regalaban a ellos una hamburguesa.
Parecen unas costumbres extrañas. Creo que simplemente estaban más allá del sentido común. Habían superado esta fase. la envidia del mundo.