'Frank de la Jungla' prepara su reaparición en Cuatro
Periodista i crítica de televisió
2 min

Fin del engaño de Frank Cuesta. O, al menos, fin de la primera parte. La presión judicial lo ha obligado a publicar un vídeo en el que reconoce que siempre ha sido un impostor: ni es veterinario, ni herpetólogo, ni tiene conocimientos profesionales sobre animales. Tampoco ha rescatado a las bestias. Sencillamente las compraba para perfeccionar la estafa. Tenía una triste granja ilegal y no un santuario de salvamento. Ahora dice que era por el show. Ha admitido que los animales se le morían por negligencia. También se inventó que tenía cáncer para llamar la atención y mantener las dosis de protagonismo que alimentan su ego. En el vídeo de supuestas disculpas que grabó basta con ver el fondo de la imagen. La habitación está llena de desechos apiladas contra la pared: cajas de comida, almohadas, colchones, bolsas de plástico y ropa arrugada. Un decorado que permite intuir la decadencia de ese individuo y sus circunstancias personales.

La megalomanía de Cuesta era absolutamente tóxica desde el primer día. Y hace ya quince años que se arrastra por Mediaset. Más allá de admitir ahora sus mentiras, el vídeo sirve para analizar qué tipo de personaje buscan las teles. Frank Cuesta, también conocido como Frank de la Jungla, entra en la categoría de los fanfarrones intrépidos. Machos alfa desvergonzados a los que las cadenas de televisión compran su discurso prepotente y autoritario porque genera espectáculo. No es lo que dicen, que solo es un cúmulo de disparates y palabrotas. Es cómo lo dicen: con arrogancia y agresividad. Este cazador de serpientes no es único en su especie. Es una actitud propia de otros seres mediáticos que los responsables de contenido interpretan como liderazgo, sentido del humor y habilidad comunicativa.

Frank Cuesta, el iluminado que se paseaba con calcetines de tenis y zuecos de plástico por paisajes tropicales, se dejaba morder por culebras y metía el dedo en el ojo del primer caimán que se encontraba. Se lanzaba sobre los animales como un energúmeno. Para explicar cómo comían los camellos se ponía a cuatro patas en el suelo y masticaba la hierba repitiendo: "¡Abrir y morder! ¡Abrir y morder! Insultaba al cámara y al reportero para humillarlos. Entraba abruptamente en la cabaña de unos mongoles, se reía de ellos aprovechando que no entendían el idioma y se quedaba a dormir ahí. Él era la estrella, y el resto, sus títeres.¡Dormiremos todos juntos, tirándonos pedos para estar calentitos!", aseguraba a los espectadores. No costó mucho que todo tipo de historias sórdidas de carácter familiar empezaran a estallar a su alrededor, y Mediaset aprovechó unos melodramas de dudosa moral y consistencia para atraer a la audiencia.

Lo que hacía crecer al personaje de Frank Cuesta no era ni el amor por los animales ni la vida salvaje. Era solo la presencia de una cámara. Y por fin han quedado claras todas las atrocidades que estaba dispuesto a hacer para tener una observándolo. Ahora veremos cómo sigue alimentando su ego. Mediaset seguro que está listo para retransmitirlo.

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