Los feriantes de Roma que se ganaron al papa Francisco para llevar saltimbanquis al Vaticano
La monja que el jueves se saltó el protocolo para rezar ante el féretro del pontífice presentó los feriantes al Papa


Ostia (Italia)Es una feria de atracciones, de aquellas donde hay autos de choque, tiovivos, casetas de tiro… En épocas pasadas seguro que tendría su encanto, pero ahora está claramente en horas bajas. Se llama Luna Park y se encuentra en Ostia, un municipio costero de la provincia de Roma, a tan solo 30 kilómetros de la capital italiana. Allí, en una caravana, vivía Geneviève Jeanningros, la monja menuda de 81 años que el pasado jueves se saltó el protocolo, se coló en primera fila para rezar ante el féretro del papa Francisco y no pudo evitar que se le escaparan algunas lágrimas.
Actualmente, en el parque de atracciones también viven una treintena de personas más, todas feriantes y humildes, que tienen tanta devoción por Francisco que bautizaron con su nombre el pequeño campamento donde viven. “Avenida Papa Francisco”, dice una placa en el estrecho camino de tierra que transcurre entre una decena de caravanas y barracas, aunque aquello de avenida no tiene nada.
Francisco, por su parte, quiso reconocer el trabajo de toda esta gente organizando un jubileo de feriantes y profesionales del circo: estaba previsto que saltimbanquis, artistas de calle, titiriteros… fueran el 10 y el 11 de mayo al Vaticano. Ahora, sin embargo, no se sabe qué pasará. “Es como si se hubiera muerto alguien de nuestra familia”, aseguran los feriantes con la voz entre cortada. Según dicen, no ha habido ningún otro Papa como Francisco.
Todo empezó en 2015. Sor Geneviève convenció a Francisco para que fuera a la feria de atracciones de Ostia y viera con sus propios ojos la dignidad con la que vive toda esa gente humilde. “Nos enteramos de la visita del Papa media hora antes”, recuerda el responsable de la feria, Ginetto Pugliè, que admite que se quedaron de piedra cuando vieron entrar al pontífice en el campamento y caminar entre las caravanas. El Papa saludó a los feriantes uno a uno y bendijo a una de las trabajadoras que en ese momento estaba en avanzado estado de gestación. El niño que nació se llama Oscar y ahora tiene 9 años. “He ido a ver al Papa muchas veces y le he enviado varias cartas”, asegura el pequeño.
Sor Geneviève se encargó de llevar al niño repetidamente al Vaticano para que lo bendijera el pontífice. “Éste no era un Papa que viniera una vez y después se olvidara de nosotros”, asegura la abuela del niño, Epiffania Bardelli, mientras saca de una habitación decenas de fotografías de las dos visitas que hizo el Papa al Luna Park y del montón de veces que Oscar fue bendecido. En una imagen, el pequeño incluso sale vestido de papa. Literalmente. Le compraron un disfraz de pontífice.
Pero la devoción por Francisco aún fue más allá con la pandemia. Si antes los feriantes ya tenían poca clientela, con el coronavirus el parque de atracciones se quedó vacío. Sor Geneviève volvió entonces a pedir ayuda a Francisco. “Nos envió dos furgonetas llenas de comida. Había tanta cosa que nos sobró y buena parte la repartimos entre familias del municipio”, detalla el responsable de la feria, que confiesa que no ha querido ver el féretro del Papa porque prefiere recordarlo con vida.
“El día que cumplí 80 años, el Papa me llamó por teléfono para felicitarme”, asegura la abuela del niño. Eso fue hace poco más de un año: el 6 de enero del 2024. “Al principio pensaba que era una broma, pero cuando me di cuenta que realmente era él, me puse a llorar”, admite la mujer, que enseña con orgullo un regalo que Francisco también le hizo llegar a través de sor Geneviève: un rosario plateado, y una pequeña placa dorada con la sagrada familia grabada por una cara y el escudo del Vaticano por la otra.
Segunda visita al parque de atracciones
El pasado 31 de julio Francisco regresó al Luna Park. En esta ocasión para bendecir una escultura de la Virgen María protectora del espectáculo ambulante y del circo, que los feriantes han colocado en un lateral del parque. Lógicamente la monja es la que volvió a mover los hilos para organizar la visita. Entonces el Papa ya iba en silla de ruedas y su salud se había empezado a deteriorar. A pesar de eso, allí estuvo: los feriantes le organizaron una recepción en un chiquiparc con paredes decoradas con dibujos de colores vivos y un montón de niños. “Yo le regalé un caja de música con un tiovivo, y un sobre con cinco euros para que se comprara un helado”, suelta el pequeño Óscar. Según dice su abuela, la ocurrencia del helado le encantó a Francisco.
Sor Geneviève ya no vive en Luna Park. La monja se mudó hace escasos meses. Compartía caravana con otra religiosa, sor Anna Amelia, también de avanzada edad y a quien tuvieron que operar de las rodillas recientemente. “Le han puesto unas prótesis y este lugar ya no es un sitio donde pueda estar”, lamenta Ginetto, el responsable del parque. El suelo es de grava. Sin duda, no es lo mejor para caminar.
Sin sor Geneviève y con la muerte del Papa Francisco, los feriantes se sienten huérfanos. Esperan que el nuevo pontífice sea una persona cercana y que sobre todo no se olvide de ellos.