Openchip, la revolución tecnológica en la europea (ya la catalana)
La compañía catalana de chips ha recibido 111 millones de euros de fondo Next Generation


BarcelonaLa época de la cóvido fue, también, la época en la que se fraguó en el imaginario popular un nuevo diccionario relleno de palabras como pandemia, coronavirus, mascarillas e, incluso, chips y semiconductores. La escasez de componentes de microelectrónica, como estos chips, pasó a ser de repente un problema mundial y local. La sociedad aprendió entonces que estos componentes eran imprescindibles para sacar adelante la economía y empezaron a sonar las alarmas. Es aquí donde comienza la historia de Openchip, vulgarmente bautizada como la Nvidia catalana (y europea), aunque a sus responsables no les acaba de agradar esta definición.
"La escasez de chips supuso el paro de fábricas como Seat y otras muchas por toda Europa, y fue por esta situación y porque también debían llegar los fondos europeos Next Generation, que los ministerios pidieron a la sociedad que presentaran proyectos en este ámbito", explica Marc Fernández, director. Fue entonces cuando Barcelona Supercomputing Center (BSC) y GTD, el grupo de software crítico de tecnología, presentaron conjuntamente el proyecto de Openchip. "La idea era hacer algo para evitar que esto volviera a ocurrir en el futuro", dice Fernández.
Tras un proceso largo y de "pasar muchas pruebas muy duras", la Unión Europea consideró a Openchip "un proyecto importante de interés" y, ya con el visto bueno europeo, la empresa ha entrado en las bases del PERTE Chip español para recibir financiación del gobierno. Openchip es la cuarta organización catalana que más fondos Next Generation ha recibido, un total de 111 millones de euros, por detrás de Adamo, el Ayuntamiento de Barcelona y el BSC. En enero del 2024 fue cuando entró el dinero y, con ellos, gente formada y talento de todo el mundo, como Francesc Guim, su consejero delegado. Con algo más de un año, ya tienen 170 trabajadores.
"Yo y todo el resto del equipo directivo somos gente que hemos estado trabajando más de dos décadas en el mundo de los semiconductores o de la tecnología, y la mayoría ha estado trabajando para compañías americanas. Yo mismo tengo 600 patentes, que hice cuando consolidaba muy de nivel y de profesional, y este proyecto llega en un momento de carrera profesional ganas de poder revertir el conocimiento que hemos creado fuera y llevarlo a casa", explica Guim.
La apuesta europea
La apuesta europea por Openchip es ambiciosa, porque es una tecnología "extremadamente cara", dice Guim. Hacer chips no es barato: llevar un chip a fábrica son 25 millones de euros, comprar licencias vale decenas de millones de euros, y el talento en el sector es caro. Pero esta apuesta toma aún más sentido con la situación actual, en la que la política arancelaria de Donald Trump evidencia la necesidad europea de mover ficha en el ámbito tecnológico. "Nuestro objetivo es tratar de dar al mercado productos alternativos a lo ahora disponible, con el sello europeo, y la idea es salir al mercado a finales del 2027", dice el consejero delegado.
"Esto va mucho más allá de Openchip, es un proyecto europeo donde hay que trabajar de forma coordinada con todas las demás partes de Europa. Nosotros estamos trabajando conjuntamente con Imec, con Submer (compañía catalana que hace temas de fecha centers), con compañías que realizan diseños de placas, etcétera. Desde nuestro humilde punto de vista, se trata de llevar una parte que es crítica, que son los chips y el software, pero trabajar con el ecosistema para poder entrar conjuntamente en las gigafactorías", explica Guim.
Tecnología de kilómetro cero
Openchip empezó como un proyecto muy específico de realizar chips y software, pero ha ido creciendo no sólo internamente sino sobre todo con las sinergias con otras empresas europeas. "Muchas veces nos preguntan quiénes son nuestros competidores a nivel europeo, pero siempre decimos que no tenemos competidores sino socios, y al final lo que debemos hacer es activar el consumo de kilómetro cero con componentes de kilómetro cero e intentar que todas las partes para realizar el producto final sean europeas", explica el consejero delegado.
"Es más importante esta compra de tecnología europea que dar dinero a la investigación", afirma Fernández. "Debemos tener conciencia de que lo que vamos a comprar sea ese kilómetro cero porque, al final, por mucho dinero que haya para la investigación, se necesitan los clientes y la propia administración puede ser el primero", añade.
"Más que ser la Nvidia de Europa, yo lo que digo es que Europa debe hacer la Nvidia de Europa; si podemos definir una Nvidia europea, deberá ser un conjunto de compañías europeas que sumamos fuerzas", explican. De hecho, desde el punto de vista tecnológico, Openchip trata de desmarcarse de cómo Estados Unidos está desarrollando la tecnología: "Allí no les importa la sostenibilidad o el consumo de energía, quieren hacerlo todo más grande y más potente", critican. "La tecnología que hacemos nosotros es a la inversa: es pensar cómo podemos hacer la inteligencia artificial más sostenible mientras mantenemos los mismos niveles en cuanto al rendimiento", detalla Guim. "Estamos convencidos de que otra forma de hacer inteligencia artificial es posible y la queremos hacer a la europea cogiendo los valores europeos", afirma.