La productividad en Cataluña y España: una urgencia estratégica


La productividad es la base sobre la que se puede sustentar de forma permanente la competitividad de una economía. La productividad, y su mejora, supone la eficiencia con la que se combinan los factores de producción –trabajo y capital–. Sin ella, el crecimiento económico resulta insostenible, porque depende únicamente del incremento de los factores, ya sea de la población activa o de la inversión, que crezca el PIB. En nuestro caso, ha sido gracias al proceso migratorio, dado nuestro envejecimiento demográfico, y pese al aumento de la presión fiscal, que ha reducido la inversión –pública y privada– en los últimos años.
Los datos del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), que hace un seguimiento muy cuidadoso de la productividad, nos exponen una realidad preocupante: la productividad total de factores (PTF) en España ha caído un 7,3% desde el año 2000, con un estancamiento especialmente2 en Cataluña2, 0,23% en la PTF estatal, mientras que la Comunidad de Madrid le sumó un 0,24%. Esta tendencia también nos aleja de los países más avanzados de la Unión Europea, donde Alemania ha aumentado su productividad un 11,8% en el mismo período y Francia un 12,7%: en el conjunto de los Veintisiete se registra un aumento del 26,6%. Sin duda, estos datos ponen luz a un problema de nuestra economía al que hay que dar respuesta. Es el eje central para mejorar nuestro crecimiento económico, y hace que no se vea ni note esta mejora de la economía entre el conjunto de la población.
Son diversas las cuestiones que hay que tratar, y que explican esta débil y negativa evolución de la productividad, que hay que dar la vuelta, entre las que quisiera destacar la presencia más importante de empresas pequeñas y el mayor peso de sectores menos productivos: no se trata de echarlos, sino de reforzar aquellos sectores que muestren más niveles de valor y porque actualmente se sitúa por debajo de la media europea y en casi una tercera parte de la que tiene Alemania, por ejemplo. Existe una correlación elevada entre el tamaño de la empresa y su productividad media. Así, la menor dimensión dificulta la capacidad para invertir en innovación o internacionalización.
También hay que mencionar la menor inversión en I+D+i –España destina sólo el 1,4% del PIB a I+D, por debajo de la media europea (2,2%)–, o la debilidad energética, que hace que los sectores que son consumidores más intensivos sufran un encarecimiento de los costes, que los sitúan a veces.
Aunque la Unión Europea y los principales países del Viejo Continente han mostrado una mejora relativa, en términos comparados ha sido de menor intensidad que por ejemplo en Estados Unidos, y muestran una pérdida de competitividad que hay que dar la vuelta. Y es en este ámbito donde cabe destacar los informes Draghi y Letta sobre competitividad europea (2024) y mercado interior, que subrayan que estos problemas son sistémicos en la UE, pero se agravan en España. Draghi advierte que sin una "revolución verde y digital", Europa perderá como actor secundario en un mundo dominado por Estados Unidos y China. Letta, por su parte, insiste en la necesidad de completar el mercado único en sectores clave como la energía y las finanzas.
En parte, dentro de este contexto de mejora de la productividad, es preciso contemplar el Pacto Nacional por la Industria 2022-2025, con el que se han impulsado 152 actuaciones, con un presupuesto de 3.270 millones de euros. De cara a su revisión, para el período 2026-2030, en el que ya se trabaja, deberían destacarse acciones transformadoras, no medidas incrementales. Entre otros, debería tratarse el hecho de escalar el tamaño empresarial, favorecer la digitalización y la transición energética, mejorar la formación y la atracción de talento, promover líneas de financiación, una fiscalidad competitiva, la mejora de la innovación, la investigación y el desarrollo, la internacionalización y el despliegue armónico y pausado de la legislación.
Termino con las palabras de Draghi: "Sin productividad no hay crecimiento y sin crecimiento no hay futuro". Como también fueron muy sensatas las del 2012, en plena crisis de confianza del euro: "Whatever it takes", que venía a decir que haremos "lo que sea necesario y sea suficiente".