Pere Arquillué dirige 'Grand Canyon', un espectáculo sobre los sueños perdidos
Joan Carreras y Mireia Aixalà protagonizan un drama rural que dialoga con el pasado colonial de Cataluña


BarcelonaEl dramaturgo Sergi Pompermayer (Barcelona, 1967) empezó a escribir la Trilogía americana después de cumplir un sueño: hacer un tramo de la Ruta 66 de Estados Unidos junto a su pareja, la actriz Mireia Aixalà, y llegar hasta el Grand Canyon. Allí brotó la idea de crear tres obras de teatro arraigadas en Catalunya, pero con el pasado colonial como telón de fondo. La primera que se estrenó fue América, sobre la caída en desgracia de una familia burguesa y sus vínculos con el esclavismo, y ahora llega Grand Canyon, que en realidad lo había escrito antes. Dirigida por Pere Arquillué, la producción forma parte del festival Grec y estará en La Villarroel desde este domingo hasta el 3 de agosto.
La chispa de Grand Canyon es una conversación que Pompermayer tuvo con el guía, un indio navajo, durante la visita a ese lugar tan representativo de Estados Unidos. "Nos explicó que en 1680, una alianza de navajos y hopis se sublevó contra los colonizadores, mató a 400 y expulsó hasta 2.000 de sus tierras. Allí salió la idea de intentar contar esta historia para entenderme a mí, a mi familia ya mi país",. En el escenario, Pompermayer sitúa a una pareja (interpretada por Joan Carreras y Mireia Aixalà) con una hija (Maria Morera) que viven en un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce. La madre es la encargada de un supermercado; papá, Pedro, se dedica a arreglar cosas en granjas y casas y tiene un ayudante algo taloso (Guillem Balart). Completan el catálogo de personajes el propietario de un bar (Eduard Buch) y una prostituta inmigrante (Mar Pawlowsky).
Pompermayer explica que, en esta ocasión, la familia protagonista es de clase baja para conectar directamente con sus orígenes. "Mi padre era inmigrante, vengo de una familia obrera muy pobre. El abuelo me hizo de padre, y él me ha inspirado el personaje de Pedro", señala el dramaturgo, que añade que Grand Canyon quiere ser "un homenaje a la gente sin estudios, sin nada, con mucho amor pero que no sabían cómo gestionarlo". Pedro es el protagonista de la historia, un hombre atrapado por la telaraña endogámica del pueblo que, de repente, choca con los sueños perdidos de su infancia y juventud. "De pequeño mamé esa rabia e insatisfacción de querer cambiar el mundo y la imposibilidad de hacerlo. Quería reflejar cómo, a la gente de mi clase y quizá a las de las demás también, el sistema y el poder nos hacen creer en los sueños pero al mismo tiempo hacen todo lo posible porque no lo conseguimos", subraya Pompermayer.
Personajes en la cuerda floja
La propuesta habla de los sueños perdidos, pero también de hasta dónde somos capaces de ir para recuperarlos, y lo hace poniendo a los personajes en la cuerda floja y haciéndolos transitar entre el drama y la comedia. "En este espectáculo circulan el sueño y la realidad, el sacrificio individual y el colectivo, la toma de conciencia de la muerte a partir de lo que es vivir y también el amor, tanto el carnal como los de otro tipo. Es una historia sobre la redención de uno mismo y, al mismo tiempo, como sociedad", resume Arquillué. La puesta en escena transita entre "un teatro más realista" y "otros códigos teatrales que nos llevan hacia el juego", dice el director, quien destaca también al personaje de la prostituta como el elemento mágico de la función. "Es un ángel caído, alguien que transita por la naturaleza y vive en un lugar donde la mentira no existe —detalla—. Su historia nos lleva hasta las rotondas que quedan en las afueras de los pueblos, donde ocurren cosas especiales".