Durante el día de Sant Jordi, una pareja con una rosa se hacen una selfie
02/05/2025
2 min

BarcelonaCuesta entender que el periodismo y los medios de comunicación sean tan propensos al optimismo. A raíz del día de Sant Jordi se proclamó a los cuatro vientos ―los medios quizás imbuidos de un patriotismo que no admite dialéctica ni crítica― que se habían vendido más libros que nunca (dos millones), que nuestro país era el más culturalizado del mundo, que había quedado demostrado que los jóvenes leen mucho y aún más excelencias.

Dejemos de lado la posibilidad de que estos dos millones de libros no tengan dos millones de lectores: hoy en día, más bien se ve a la gente joven, y no tan joven, enganchada a los móviles en casa y en la calle. Pero, en función de los libros adquiridos, no puede decirse que colaboren a una gran culturalización de la sociedad: la mayoría de los libros que se vendieron son fruto de estrategias comerciales jamás basadas en la categoría intrínseca de un libro; también la mayor parte responde a modas pasajeras de éxito asegurado, y no nos consta que en todo el territorio catalán se vendieran por miles los buenos libros de literatura universal, incluida la nuestra cuando ha alcanzado este nivel: ¿cuántas ediciones se han vendido en los últimos treinta años de la traducción de Lluís Maria Todó de Señora Bovary? ¿Cuántas de lo grande Tristram Shandy traducido por el añorado Joaquim Mallafrè? ¿Cuántos ejemplares se vendieron de uno de los libros más agradables y bienhumorados jamás escritos, los Papeles póstumos del club Pickwick, de Dickens, en traducción de Josep Carner y edición extraordinaria, bilingüe, de Jaume Coll Llinàs? ¿A alguien se le ocurrió adquirir la Ilíada de Pau Sabaté, que es tan grande y meritoria como elOdisea de Carles Riba? ¿En cuántos establecimientos se vieron las obras de literatura extranjera de los últimos doscientos años editadas en catalán por Flâneur o por Edicions de 1984? Son preguntas oportunas.

Esto todavía nos falta en Cataluña: aceptar que si nosotros, por desgracia, tenemos unos vacíos clamorosos en el transcurso secular de la historia literaria, debemos hacer el pequeño esfuerzo de leer, en vez de bagatelas circunstanciales, las obras que han forjado la gran literatura universal provista por naciones que han tenido más poder y más suerte que la nuestra. Entonces la nuestra se hará mayor.

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