

1. El relato. Trump bombardea Irán e impone un relato, en consonancia con su aparición en escena. De la tragedia a la comedia. Tras el vibrante relato de los bombardeos americanos sobre Irán, con la presunta destrucción de la fuerza atómica iraní que no parece que las informaciones confirmen con tanta contundencia, da el trabajo por hecho, con apelaciones al fin de las hostilidades en todas direcciones. Su aparición en la escena bélica, después de varios días coqueteando con la ambigüedad, habría abierto una nueva etapa. Israel se consagra definitivamente como principal potencia de la zona, sin margen para la réplica para sus adversarios, Irán se vendría a hacer bondad y de paso Gaza y toda la estela de acciones criminales de un Netanyahu en modo nihilista entran en el olvido, con los palestinos acorralados y desaparecidos.
La operación Teherán habría sido definitiva para pasar página de los comportamientos genocidas de un Netanyahu que se había convertido en un icono mundial de la maldad. Si la destrucción de Gaza y los desplazamientos de palestinos habían generado inquietud y malestar en parte de los ciudadanos judíos, a pesar de que fuera improbable amenazar el control político e ideológico del gobierno sobre el país, el ataque a Irán ha dado vuelo al primer ministro, con un aumento sensible del apoyo incluso por parte de los sectores de la tímida oposición. Y la debilidad de Irán completa el ciclo: marcha atrás y que Alá haga más.
Y, sin embargo, el protagonismo insolente de Donald Trump, sus idas y venidas, sus abundantes contradicciones, pasando sin escrúpulos de algo a la contraria según le pide el cuerpo, plantea muchas incógnitas. Su relato parece imponerse. Netanyahu más fuerte, erigido en puntal incontestable de Oriente Medio, después de haber puesto de manifiesto la debilidad e inconsistencia del mundo árabe, incapaz de desafiarle en bloque y bien roto por las bases americanas y los poderes económicos del Golfo.
2. La impotencia. Y el resto, ¿qué? Europa, como siempre, ha exhibido su impotencia. Por tradición podíamos esperar que, si alguien debía defender los derechos y el reconocimiento de los palestinos debería ser la UE, pero ya se sabe que, empezando por Alemania y Francia, en cualquier conflicto en el que Israel sea parte, siempre se pide primer perdón por atreverse a hablar, con lo que ya se hace evidente hasta dónde se llegará. Y encima Trump les ha pasado la mano por la cara. Ha impuesto su relato mientras Europa cada vez le ríe más las gracias, en el giro general hacia la obediencia a Estados Unidos que Von der Leyen va haciendo suyo. Resultado: Netanyahu tiene vía libre para seguir con sus despropósitos. Los palestinos se encogen ante un mundo donde les cuesta tejer alianzas. La fuerza nuclear se impone y Trump ha querido demostrar de qué lado estaba decantada. Y quedan los grandes silencios. Con Europa domesticada, incapaz de defender los derechos humanos básicos cuando las víctimas son los palestinos y de hacer frente a los judíos cuando se pasan de frenado, ¿quién puede levantar la voz? ¿Quién puede seguir señalando las atrocidades de cada día en la Franja de Gaza, en Cisjordania, allá donde los caprichos de Netanyahu digan? ¿O es que para la Unión Europea no todo el mundo tiene los mismos derechos?
Y más allá, ¿por qué todo el mundo se calla? Con Rusia ya estamos acostumbrados, tiene poca autoridad moral y menos potencia de lo que parece. Ya le basta con el lío de Ucrania, que no le ayuda en nada a ganar autoridad moral ni política. China lo mira a distancia, algo inquietante porque ahora mismo está acumulando más capacidad y poder que nadie. Resumen sintomático del estado del mundo: el inefable Trump eleva al criminal Netanyahu a la categoría de dueño y señor de Oriente Medio. Europa pone cara de póquer mientras sigue asumiendo las exigencias de Trump de armamento imparable, con la eterna coartada de la disuasión. Y Netanyahu, el que ataca, pese a la exhibición permanente de menoscabo de los adversarios, tratados como bestias, recibe la consagración como dueño de la zona por parte de Estados Unidos. Y el siniestro presidente de Estados Unidos, el que destruye sistemáticamente derechos y libertades en su casa, con expulsiones, despidos, cierre de servicios, reducción de gasto, negación del adversario y todo lo que desee añadir, marca el paso en Oriente Medio. Y exhibe su ego entronizando a Netanyahu como rey de la región. Este mundo no es como lo esperábamos, como decíamos antes.