Una vista aérea muestra la destrucción en la ciudad de Bakhmut, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en la región de Donetsk, Ucrania, en esta fotografía publicada por el Servicio de prensa de la 93 Brigada Mecanizada Kholodnyi Yar de las Fuerzas Armadas de Ucrania
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Ojalá prosperen estas conversaciones bilaterales de paz que se están anunciando. Una paz entre Ucrania y Rusia no sería solo el fin de tantas desgracias y muertes, sería también el principio de un nuevo escenario económico.

Hemos normalizado la guerra como parte del paisaje geopolítico. Sin embargo, este conflicto lleva alterando, desde que se inició, las dinámicas de los mercados globales, debilitando a las instituciones multilaterales y alimentando una desconfianza estructural de muchos agentes económicos europeos. El débil crecimiento de Francia y Alemania es fruto, en gran medida, del frenazo a muchas decisiones de inversión y cooperación.

Si se produjera la paz, el impacto más inmediato lo veríamos en el sector energético. Desde que estalló la guerra, Europa ha vivido bajo una especie de chantaje energético, lo que ha condicionado las políticas monetarias y el crecimiento industrial. Con una paz, el mercado del gas natural se estabilizaría, el petróleo bajaría y, sobre todo, las expectativas dejarían de estar ancladas en el miedo. Esto no es menor: la economía no se mueve con percepciones y la confianza empresarial lleva tiempo mermada.

Otro punto clave es el de las materias primas agrícolas e industriales. Como sabemos, Ucrania y Rusia son claves en el suministro de cereales, aceites vegetales, fertilizantes o metales. La guerra ha limitado su flujo y ha encarecido las importaciones. Con los puertos funcionando de nuevo y sin restricciones logísticas, la presión sobre los precios caería notablemente, lo que ayudaría al control de la inflación.

Confianza. Más allá de los efectos económicos, necesitamos un cambio del estado de ánimo. La economía mundial lleva años atascada por exceso de prudencia. Hay capital esperando, proyectos pendientes, innovación contenida. Lo que falta es confianza, y la paz en Ucrania puede ser el catalizador que necesitamos.

Desde que empezó la guerra, muchas instituciones multilaterales han perdido protagonismo. La ONU, el G-20, la OMC… han visto mermada su capacidad de coordinar agendas comunes. La paz introduciría de nuevo temas relegados: el cambio climático, la transición energética justa y la regulación de la inteligencia artificial, entre otros.

Y después está, que triste es decirlo, la propia reconstrucción de Ucrania. Habrá inversión en infraestructuras, transporte, energía, vivienda. Las reconstrucciones de poblaciones bombardeadas son fuente de prosperidad.

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