Dicen que todo lo que no se muestra o no se dice no existe, pero no estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación. Las redes sociales llegaron hace varios años para cambiar nuestro mundo. Y sí, le han cambiado. Ahora bien, la duda es si la han cambiado hacia mejor o peor.
Hace veinte años estábamos acostumbrados a que famosos o pseudofamosos expusieran su vida en las revistas del corazón, sobre todo, y en los programas rosa de televisión. Los pagaban y podía gustarnos más o menos. Pero desde la llegada de las redes sociales ya no hace falta que seas mínimamente conocido, y muchas personas exponen su vida. Qué hacen, dónde van, qué comen, qué compran, con quiénes están… y todo de forma gratuita. Y lo pongo en cursiva porque los llamados influencers cobran (no sé si mucho o poco) y hay otros que lo hacen gratis. Y sí, digo gratis porque les estamos regalando nuestra privacidad, nuestra información, nuestra vida, y todo esto, absolutamente a cambio de nada. Pero no debemos olvidar que la información es poder y en estos momentos no sé si somos conscientes de las posibles repercusiones que esto puede tener en nuestro futuro.
Mi abuela, en paz descanse, decía que con las nuevas tecnologías estaba todo en la calle. Quizás en ese momento yo le quitaba importancia y le decía que no, que no era para tanto. Ahora, con el paso de los años y del uso que les estamos dando, quizá debería darle la razón.
Reflexionamos si queremos que nuestras vidas estén expuestas, y si después de reflexionar la respuesta es un no rotundo, cambiamos nuestros actos e intentamos controlar, al menos, el uso que hacemos de las redes sociales.
