La transformación del modelo productivo


En economía, como en cualquier otra área, los tópicos repetidos de forma constante pueden convertirse en lugares comunes que acaban conformando a la opinión pública mayoritaria. En cuanto a la cuestión recurrente del modelo productivo catalán, ha calado la idea de que el país se desindustrializa de forma imparable para convertirse en una "fábrica de turistas", lo que explicaría en buena parte la ralentización de la productividad y el estancamiento del nivel de vida de los catalanes. Como todos los tópicos persistentes, esta visión de las cosas tiene parte de verdad, aunque la realidad es mucho más matizada. Una consecuencia particularmente dañina de los tópicos es que apartan la mirada de otros hechos tan o más relevantes. En caso de que nos ocupa, nos esconden algunas tendencias de fondo menos visibles, pero no menos significativas.
Para deshacer tópicos es suficiente consultar los datos de contabilidad anual que publica el Idescat. En 2022, último disponible en la serie estadística, la hostelería (hoteles, bares y restaurantes) aportaba un 5,7% del PIB catalán, cinco décimas por debajo del año 2000 (6,2%). Por el lado de la demanda, el peso que representa el consumo de los extranjeros en el territorio (una forma de captar el impacto económico del turismo extranjero) había pasado de representar el 5,3% del PIB en 2000 al 6% en 2022. Un incremento que no avala la transformación del conjunto del país en una "fábrica de turistas"2, aunque los datos disponibles2 al alza. Es necesario advertir que la cifra que usualmente se atribuye al turismo incluye, por el lado de la oferta, el impacto en otros sectores (comercio, transporte y otros servicios vinculados), y por el lado de la demanda el gasto del turismo doméstico (unas tres cuartas partes del extranjero). Si en el caso de la industria se incluyeran los efectos de arrastre y multiplicadores sobre otros sectores, su peso en el PIB también se duplicaría.
En cuanto a la industria, efectivamente ha habido un proceso de desindustrialización, muy concentrado entre los años 2000 y 2009, pero a partir de esa fecha su peso en el PIB se estabiliza (en 2022 representaba un 17,7%, un valor similar al de los años 2012). La industria catalana actual es muy diferente a la que existía a principios de siglo: es mucho más productiva, está más internacionalizada y han ganado peso las actividades que aportan más valor añadido. En este proceso, el sector industrial ha ido aumentando la dotación de capital por puesto de trabajo, manteniendo prácticamente el mismo número total de puestos equivalentes a tiempo completo (487.000 en 2022 y 492.000 diez años antes). El hecho de que el empleo en el conjunto de la economía haya aumentado hace que el peso de la población ocupada en la industria sobre el total haya disminuido (del 15,8% en 2012 al 14,0% en 2022). En cambio, en la hostelería se ha mantenido relativamente constante a lo largo del mismo período (6,8% en 2012 y 6,9% en 2022).
Otro tópico es dar por supuesto que la hostelería es un sector muy poco productivo. La realidad es que, con un valor añadido por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo estimado en 63.791 euros en 2022, ciertamente se sitúa por debajo de la media (70.838,5 euros), pero supera con creces a sectores con una fuerza de trabajo más calificada y donde se pagan sueldos superiores, como determinados servicios técnicos y profesionales, la educación. Hay que tener en cuenta que el valor añadido es la suma de las aportaciones del trabajo y del capital, por lo que la productividad del trabajo en sectores que realizan un uso intensivo de bienes de capital (como la planta hotelera, por ejemplo) puede superar la observada en actividades con una fuerza de trabajo más calificada, pero menos capitalizada.
Una tendencia de fondo relevante, algo eclipsada del debate público, es el peso creciente de los servicios avanzados, intensivos en conocimiento y tecnología, en el empleo total. Se trata de un conjunto de actividades bastante heterogéneas (servicios informáticos y de telecomunicaciones, servicios financieros, actividades profesionales y consultoría, investigación y desarrollo, educación) con un denominador común: se trata de actividades intensivas en trabajo cualificado, con remuneraciones por encima de la media del conjunto de la economía. Como la industria y el turismo, muchos de estos servicios son exportables, pero a diferencia de la industria ganan peso en la ocupación total (del 12,6% en 2000 al 18,6% en 2022). Al otro lado de la balanza, también ganan peso en el empleo un conjunto de servicios de bajo valor añadido y remuneraciones salariales muy inferiores a la media (fundamentalmente servicios auxiliares a las empresas ya las personas, que pasan del 11,0% en 2000 al 16,2% en 2022). Detrás de este hecho hay cambios importantes en la división del trabajo, por lo que las empresas que operan en sectores de mayor valor añadido tienden cada vez más a subcontratar determinadas tareas con menor valor añadido a empresas especializadas. También hay cambios sociales y demográficos, como el envejecimiento o la mayor participación de la mujer en el mercado de trabajo, que generan una mayor demanda de determinados servicios personales.
En conclusión: la imagen de conjunto que destaca de las fuentes estadísticas es bastante más compleja que la que nos ofrece el tópico. Más esperanzadora en algunos aspectos, pero también más preocupante en otros. La industria mantiene su peso en el VAB y lo que pierde en el empleo total queda compensado por el impulso de los servicios avanzados, en muchos casos con salarios superiores. Durante las últimas dos décadas, la hostelería ha mantenido un peso en el VAB relativamente estable y muy inferior al que representan la industria o los servicios avanzados. El grueso de las actividades de bajo valor añadido se concentra en determinados servicios auxiliares en las empresas y en las personas que crecen por encima de la media de la economía, a consecuencia de cambios sociales y organizativos de largo recorrido. La transformación del modelo productivo catalán dependerá críticamente de la capacidad para expandir las actividades más intensivas en conocimiento y tecnología, que a su vez son un reflejo del nivel educativo de la población, tanto nativa como recién llegada.