Periscopio global

Clarks cumple 200 años: ¿un icono que deja huella o más que un zapato?

La famosa marca de calzado estuvo 195 años en manos mayoritarias de la familia fundadora, influida por los principios de los cuáqueros

Una antigua fábrica de calzado de Clarks, en Reino Unido.
Periscopio global
18/06/2025
4 min

LondresEste septiembre, en el pueblecito de Street, en el condado de Somerset, a 220 kilómetros al oeste de Londres, se abrirá el Shoemakers Museum, una manera de celebrar, glorificar y poner en contexto histórico, económico, industrial y cultural una marca de zapatos de la que, con seguridad, han oído hablar y que quizás, incluso, han calzado. Se trata de Clarks, nombre de nostálgicas resonancias para un gran número de británicos, pero no sólo, que las identifican inicialmente con los primeros zapatos de la escuela y después con un tipo de calzado cómodo y personalidad.

Algunos modelos, como la famosa Desert Boot, le han lucido con orgullo desde Tony Blair hasta Liam Gallagher o Jarvis Cocker. La mencionada Desert Boot y el Wallabee se asocian no sólo a los años de la Cool Britannia y el Britpop, sino también a la cultura jamaicana de los rude boys de los años 60 y 70 y en la cultura hip-hop neoyorquina del 80 y 90, muy influenciada a su vez por las raíces jamaicanas. Bob Marley era también fan. Y el actor Steve McQueen, e incluso el Doctor Who de Jon Pertwee. Era la moda de no preocuparse por la moda. Y también fueron parte del uniforme de rebeldía de los estudiantes parisinos que hacían barricadas contra la policía y que querían cambiar el mundo en Mayo de 1968.

La Desert Boot fue diseñada por Nathan Clark, bisnieto de James Clark, que en 1825 —ahora hace 200 pareja de cuáqueros que tenían una curtiduría para trabajar la piel, sobre todo de oveja, y que vivían en Street, donde Clarks sigue manteniendo las oficinas centrales. Esta comunidad religiosa tiene una historia de casi 400 años en Reino Unido, desde donde se extendió a Estados Unidos. Si bien el cuaquerismo tiene raíces cristianas, también enfatiza los compromisos morales con la paz, la verdad, la integridad, la simplicidad y la igualdad: los cinco testigos de la teología cuáquera que llegaron a definir la forma en que ellos se enfrentaban al mundo ya sus negocios.

Nathan Clark con la famosa Desert Boot.

Unos principios que estaban también detrás de la fundación de otras de las grandes compañías británicas o irlandesas de apellidos bien conocidos: los Lloyd y los Barclays, de las dinastías bancarias; los Jacobs, famosos por las galletas y los crackers; los Rathbone, gestión de fondos; los Penrose, fundadores de Waterford Crystal; la familia Waterhouse, contabilidad, o los chocolateros Rowntree o Cadbury. Sin embargo, hace muchos años que Barclays y Lloyds salieron a bolsa, y que Cadbury fue engullida por el gigante estadounidense Kraft. Pero no Clarks, que hasta finales del 2020 siguió en manos de la familia.

Voluntario en la Guerra Civil

Nathan Clark (1916-2011) se formó en la escuela radical Odenwaldschule en Alemania —estudió también Klaus Mann—, en la fábrica Clarks de Street y en el Queen's College de Oxford. Su formación estaba pensada para prepararle para incorporarse a la empresa familiar. Pero al terminar la educación universitaria, Nathan respondió a la tradición cuáquera de la familia y se ofreció voluntario para conducir una ambulancia en el bando republicano durante la Guerra Civil Española. Se pasó dos años. Allí, en el frente, observó que las alpargatas campesinas con suela de yute eran más fáciles de sustituir y más cómodas que las botas militares reglamentarias. Esta experiencia y la que adquirió en el ejército británico en Birmania, durante la Segunda Guerra Mundial, le sirvieron para terminar de desarrollar el diseño de la Desert Boot.

Después de que lo presentara en la feria de calzado de Chicago en 1947, Clarks y Street dieron el salto definitivo. Lo que empezó siendo un negocio artesano de zapatillas de piel de oveja con los recortes que sobraban de las alfombras que hacían en la curtiduría se convirtió, finalmente, en una marca global. La aldea, no lejos de Glastonbury, experimentó un crecimiento de los pedidos que obligó a expandir la fabricación a una quincena de pueblos del condado.

La familia siguió controlando el negocio hasta finales del 2020, cuando se vendió una participación mayoritaria a una empresa de capital privado con sede en Hong Kong, Lion Rock Capital, por un precio de 100 millones de libras. La intención era hacer crecer la marca en China y la región Asia-Pacífico. El grupo había sufrido fuertes pérdidas antes de la pandemia, que la cóvido acentuó. Clarks tiene más de 200 tiendas en Reino Unido e Irlanda y más de 1.200 establecimientos y franquicias en todo el mundo.

Del espíritu cuáquer queda más bien la leyenda y una historia que se podrá conocer en el museo de Street: tanto desde un punto divulgativo como para los investigadores, que podrán consultar los archivos de la compañía. Pero a diferencia de lo que hicieron los fundadores y sus primeros sucesores en el pueblo donde nacieron —construir viviendas para los empleados fruto de un cierto paternalismo cuáquero, que entendían que era bueno para la productividad—, en el 2006, antes de la venta, se impuso la lógica capitalista y Clarks cerró la última factoría. De hecho, la primera que tuvieron fuera la abrieron en Portugal en los años 90. Ahora, Desert Boot se hace en Vietnam, India y China. Hay zapatos que sirven sólo para andar y otros que dejan huella. Pero el capitalismo global también las acaba eliminando. Lo demás es poco más que una ficción publicitaria.

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