La denuncia de Han Kang contra el olvido
La premio Nobel de literatura indaga en 'Los adeos imposibles' en la matanza de más de 10.000 personas en la isla de Jeju, en 1948, por parte de policías y militares


- Han Kang
- La Granada / Literatura Random House
- Traducción de Héctor Bofill y Hye Young Yu
- 270 páginas / 21,90 euros
Ésta es la última novela traducida al catalán de la ganadora del último premio Nobel de literatura, la escritora surcoreana Han Kang. Un libro que se relaciona con todos los de la autora, pero especialmente con Actos humanos, porque también indaga –con tanta fuerza como delicadeza– en el pasado traumático de la historia coreana. En este caso, el episodio sangriento que late al fondo de todo ello es una matanza que se produjo en la isla de Jeju, en la zona más septentrional del país, en la que murieron asesinadas más de diez mil personas. Fue una auténtica barbaridad perpetrada por policías y militares contra un levantamiento popular de campesinos que rechazaban la división de Corea en dos países. Era 1948, y algunos historiadores sitúan este episodio como uno de los prolegómenos de la Guerra de Corea, que empezó dos años después. Huelga decir que toda la masacre se produjo con el conocimiento del ejército estadounidense, que ya controlaba el territorio.
Han Kang explica una microhistoria para hacer aflorar los traumas de la Historia en mayúscula. La amistad entre dos mujeres que llevan años colaborando para hacer documentales es la escasa que enciende la trama: la narradora del libro recibe un mensaje para ir a ayudar a la amiga, que se encuentra hospitalizada. Se ha cortado tres dedos mientras trabajaba la madera y le pide que vaya a su casa a salvar el perico que ha tenido que dejar sin comida ni agua cuando los vecinos se la han llevado al hospital. El trayecto que hará la narradora para llegar a casa de la amiga, que está en Jeju, bajo una tormenta de nieve terrorífica, sólo será el prolegomen necesario para adaptar el cuerpo y el alma –dos entidades que, para Han Kang, son casi la misma– a la tragedia que descubrirá una vez se instale en casa de la amiga y empiece.
¿Cómo podemos ser tan crueles unos con otros?
El perico está muerto, claro. No ha aguantado tres días sin comida ni agua, y lo primero que hace la narradora es darle una sepultura digna, dentro de una cajita y debajo de la nieve que no para de caer fuera, al pie de un árbol. Este entierro funciona como contrapunto de todo lo que vendrá después. Los maravillosos paisajes rocosos de la isla de Jeju, las playas y las montañas que visitan más de cuatro millones de turistas al año, fueron el escenario de una serie de ejecuciones sumarísimas, durante las cuales las personas eran fusiladas por la espalda y después arrojadas al mar. Han Kang es una escritora que trabaja esta escisión fundamental: ¿cómo podemos ser tan crueles unos con otros? ¿Y cómo puede un mismo espacio ser el escenario de la muerte y la vida? ¿Cómo se aunan el dolor y la belleza?
La escritora trabaja para que los muertos se comuniquen con los vivos, no de forma esotérica, sino casi material, y por eso cualquier hueso o resto humano, cualquier pedacito de papel donde alguien que ahora está muerto hubiera escrito algo es suficiente para tratar de tensar el hilo y recuperar su historia. Lo admirable de esta escritora es que trata temas que nadie antes ha tratado, en la literatura coreana, y se enfrenta a ella con una literatura que parece que sólo hable de copos de nieve, velas encendidas en la oscuridad e hilos de oro. Son elementos que parecen blandos, y quizás poco adecuados a la dureza de los temas que trata la autora, pero es precisamente en el espacio pequeñísimo que deja la esperanza, que Kang enquibe todo aquello que ella cree que vale la pena salvar: la amistad entre dos mujeres, el amor entre los familiares que se buscan sin nada ni siquiera de nada. hueso que quizá perteneció a un tío muerto... Todo esto son motores silenciosos de una potencia que sobrepasa, con mucho, cualquier odio.