Los empresarios se distancian de Isla pero no encuentran Juntos


BarcelonaA menudo se recrimina a los periodistas que en campaña pregunten por los pactos poselectorales y no tanto por las propuestas que hace cada partido. Es una crítica recurrente de las formaciones políticas, sobre todo las que prefieren no enseñar todas las cartas a los electores y tener margen de maniobra para hacer lo que quieran después de la votación, sin ataduras de hemeroteca. Ahora bien, lo que ocurre tanto en Catalunya como en Madrid evidencia que es una de las preguntas más relevantes que se puede poner sobre la mesa, sobre todo porque la fragmentación parlamentaria ha venido para quedarse. No es tan importante lo que un dirigente político quiere, sino con qué alianzas cuenta para ello.
La queja de esta semana en el Círculo de Economía en relación con el gobierno de Isla –que paradójicamente no expresaron con Pedro Sánchez– tiene mucho que ver con esto. "No negaré que algunas de las medidas de su gobierno no nos parecen las más adecuadas para lo que necesita el país", le espetó el presidente del Cercle, Jaume Guardiola. El pacto al que Illa llegó con Esquerra i Comuns para todo el mandato está lejos de lo que algunos sectores del empresariado y la burguesía barcelonesa –no toda– esperaba del gobierno socialista.
Probablemente, antes de la formación de su ejecutivo, asumían que legislaría a favor de sus intereses en materia de impuestos o vivienda, pero desde que ha llegado a Palau, Salvador Illa, ha ido en sentido contrario: ha pactado la regulación del alquiler de temporada con Esquerra, Comuns y la CUP; ha aumentado el impuesto de transmisiones patrimoniales a los grandes tenedores ya las transacciones de más de 900.000 euros; y ha subido la tasa turística, aunque ahora está en el limbo por el desacuerdo entre socios. Y se plantó frente al auditorio del Círculo de Economía cuando le pidieron que cambiara el rumbo; les dejó claro, sobre todo en temas de vivienda, que intervendría el mercado porque lo considera el principal motivo de desigualdad -los datos hablan por sí solos-. Y, de eso, Isla está convencido. Tras el discurso, el entorno del presidente se mostraba satisfecho de la defensa de la socialdemocracia frente al auditorio. No es la primera vez que Isla se planta; ya lo hizo cuando la élite barcelonesa le presionaba para que hiciera alcalde a Xavier Trias.
No es que haya una ruptura de este mundo económico y el gobierno catalán –si algo han demostrado las jornadas del Círculo es la sintonía con el mundo socialista–, pero esta semana se ha evidenciado que Illa no tiene la misma agenda que el empresariado. El elefante en la habitación es el aeropuerto de El Prat, en el que Isla sí está de acuerdo en que debe ampliarse –un hecho muy relevante para el mundo económico–, pero tampoco tiene el visto bueno de sus socios parlamentarios. ¿Habrá aquí geometría variable con Junts como le pidió Guardiola? El PSC lo descarta si eso significa perder a Esquerra i Comuns como socios y, por tanto, la estabilidad en el Parlament.
El agujero para Juntos
Juntos quiere aprovechar este distanciamiento de Isla con el empresariado, particularmente con la patronal de Foment del Treball, para atraer aún más el mundo económico a su partido. Ya les ha funcionado en Madrid –las patronales se han encomendado a ellos para detener la jornada de las 37,5 horas– y también engrasan esta relación en Catalunya. Sobre todo a través de dos piezas clave: Josep Sánchez Llibre (Foment) y Albert Batet (JxCat), que fueron compañeros de filas en CiU, y que ahora han restablecido una interlocución permanente. También con Waterloo. Ahora bien, esta voluntad de ser la formación que más políticas impulsa a favor de las empresas contrasta con la ausencia de la cúpula de Junts al Cercle, justo después de que el consejero propuesto por los junteros en la CNMC avalara la opa en el Sabadell (a la que se opone la mayoría del empresariado catalán).
El presidente del Parlament, Josep Rull, asistió a la conmemoración de los cuarenta años que se celebró el martes por la tarde, Batet hizo acto de presencia el lunes mientras que Victoria Alsina estaba en la cena; pero no hubo otra primera espada: el secretario general, Jordi Turull, el día que ponían en marcha las jornadas estaba en Montserrat en una charla sobre espiritualidad y prisión.
Tras la rueda de prensa del consejo de ministros de esta semana no faltaron las bromas: alguien sugirió que Yolanda Díaz estaba detrás del apagón masivo para hacer coincidir la aprobación de la reducción de la jornada laboral con su cumpleaños. No faltó desayunar en la mesa del gobierno, incluida tortilla de patatas con cebolla.
Tras la elección del nuevo papa, la mayoría de líderes políticos felicitaron a León XIV. No lo hicieron, sin embargo, ni el espacio de la CUP ni de Comuns. Tampoco la extrema derecha independentista de Aliança Catalana. El líder de Vox, Santiago Abascal, se limitó a desearle un buen pontificado, ya que sus vínculos están con la otra rama, más ultraconservadora, de la iglesia.