Europa

El experimento Meloni funciona con silenciosa normalidad en Albania

El ARA viaja hasta los dos centros de detención de migrantes instalados en territorio albanés

Un barco de la guardia costera italiana sale hacia Italia con migrantes que habían sido retenidos en un CRP en Albania
Nil Codina
25/05/2025
4 min

Shengjin (Albania)En Shëngjin, en el norte de Albania, no hay más que una larga avenida repleta de hoteles de bajo coste, restaurantes y, al fondo, un centro de detención de migrantes italiano. Envuelta en una zona montañosa, esta localidad costera se convierte cada verano en un bullicio de turistas. Tras las hamacas que ya reposan en la playa, el experimento Meloni comienza a tomar forma.

A principios de abril llegó el primer traslado exitoso de 41 migrantes provenientes de Italia, después de diferentes intentos fallidos desde octubre pasado. Pese a la negativa de la justicia italiana a enviar migrantes rescatados al mar, el gobierno de Meloni aprobó un decreto para utilizar los recintos como "centros de detención para repatriaciones" (CPR, por sus siglas en italiano), una figura legal que ya existe en Italia, conocida como CIE (centro de identificación y expulsión) hasta 2017, con las mismas siglas (y finalidad) que los centros de internamiento para inmigrantes en España. Desde entonces, ambos centros de Albania operan con silenciosa normalidad.

El ARA ha obtenido las notas de la visita de la abogada italiana Guía Tani, que accedió al CPR de Gjadër, veinte kilómetros en el interior de la playa de Shëngjin. Tani explica que les recibió una delegación formada por la policía italiana y el director del centro, trabajador de Medihospes, una sociedad privada que acaba de abrir una rama en Albania. "La habitación es un contenedor (5 x 3 m²) con dos literas para cuatro personas. No hay zonas comunes reales que puedan utilizarse en el exterior –explica Tani–. El asfalto hace que sea realmente difícil estar fuera. Ausencia de puestos en la sombra. Ante esta observación, el órgano de gestión responde: «Están mejor dentro»».

Según explica la abogada, las autoridades afirman que desde el mes de abril llegan alrededor de veinte migrantes cada semana, pero durante la visita sólo pudo ver a dos. Habló con uno de ellos, en un estado claro de entusiasmo: "Probablemente sometido a psicofármacos, parece haber sufrido una paliza de la que no quería hablar", escribe Tani. "El teléfono personal es incautado en la entrada; llamadas telefónicas diarias de 10 a un máximo de 20 minutos por detenido", anota.

El silencio de Gjadër

Nadie da información de cuántos migrantes residen actualmente en ambos centros, cuántos han vuelto a Italia o han sido trasladados a sus países de origen. Mientras estamos fuera del centro de Gjadër, sale un autocar con matrícula italiana y los cristales tintados. No se distingue a ningún pasajero. Tampoco se oye nada desde el otro lado del muro que custodia los contenedores grises.

El silencio de Gjadër contrasta con el revuelo de las pulidoras y los destornilladores eléctricos que se cuela en los hoteles que preparan la temporada en Shëngjin. Aquí, las banderas de Italia y de la Unión Europea que presiden la entrada del centro apenas son visibles entre las embarcaciones de pesca.

En el exterior, los albaneses que quieren hablar son optimistas. "Albania no tiene ningún problema con los refugiados. Estamos en todas partes. Probablemente hay más albaneses en Barcelona que refugiados en Albania", explica Albi, de treinta años, trabajador en una oficina privada de aduanas a unos pocos metros de la entrada en el puerto. van a la playa y hacen vida normal", añade.

Diferentes capas de la historia reciente de Occidente se entrelazan en esta larga avenida de hoteles. Desde la retirada de las tropas internacionales de Afganistán en 2021, el Hotel Rafaelo se ha convertido en el hogar de un número indeterminado de refugiados afganos que esperan ser trasladados a Estados Unidos. Según explican medios locales, muchos de ellos llevan años esperando el visado estadounidense y ahora sufren por el impacto que tendrá la administración Trump en su solicitud.

Migrantes desembarcando del barco de la marina italiana 'Libra', que ha llegado a Albania como parte del acuerdo con Italia para procesar a los solicitantes de asilo.

Aquí, huéspedes y anfitriones comparten historias de migración. Un joven albanés que trabaja en Rafaelo explica que estuvo trabajando sin papeles en el sur de Italia durante tres años. No quiere identificarse. Ahora ha decidido volver: "Allí la vida es tan complicada como aquí", asegura.

La relación histórica con Italia

Historias de migración en la Unión Europea se repiten en cada conversación, en un país en el que vive menos gente que en la diáspora. Sin embargo, el relato oficial es el de una nación que crece de la mano de Europa y que se beneficia de las oportunidades que le ofrece una relación histórica con Italia. Una relación que el gobierno de Meloni ha querido recuperar.

A pocos metros del centro de Shëngjin, emerge un imponente restaurante con el nombre de Trattoria Meloni. Aún huele de nuevo. Todas las paredes del restaurante están embutidas de caricaturas de la líder italiana que exaltan su simpatía. El propietario es Gjergj Luca, un buen amigo del primer ministro albanés y conocido como "el magnate del pez del Adriático". Luca ha declarado su admiración por Meloni en la televisión albanesa, al igual que el propio primer ministro, Edi Rama. Rama ha sido recientemente reelegido para un cuarto mandato después de doce años al frente del gobierno.

Rama, del partido socialista albanés, tiene la afición de arrodillarse al recibir a Meloni. Lo hizo hace tan sólo una semana en la recepción de la Comunidad Política Europea. El encuentro sucedía la misma semana que António Costa afirmaba que Albania y Montenegro capitanean la lista de los candidatos que están más cerca de acceder a la UE. El primer ministro albanés ha prometido que será antes de 2030.

Las políticas migratorias de Meloni no sólo generan complicidad con el gobierno de Albania. Ésta es la primera vez que un país de la Unión Europea envía migrantes con una orden de expulsión a un estado extracomunitario que no sea ni el de tráfico ni el de origen, y la Comisión Europea se prepara para dar cobertura al proyecto.

Según las normas actuales de la UE, los migrantes irregulares sólo pueden ser transferidos a terceros países si dan su consentimiento. Sin embargo, la Comisión prepara un texto para permitir a los Estados miembros establecer "centros de retorno" fuera de la UE. El proyecto del Sistema Común Europeo para los Retornos está ya en manos del Parlamento y del Consejo, un paso hacia la normalización del plan de Meloni para el conjunto de la Unión Europea.

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