El templo de los frutos secos a granel
La histórica Graneria Sala resiste ante la competencia de supermercados y el auge de las tiendas de venta sin envasar


BarcelonaNo es de extrañar pasar por delante de la Granería Sala de Travessera de Gràcia y ver que Miguel Garcia está ahuyentando una paloma. ¿Por qué ocurrirá esto?, me preguntaba a menudo. La explicación no puede ser más clara. Hay una sección de granería para animales. Antes funcionaba muy bien y la mantienen a pesar de que ha ido claramente a la baja. El punto fuerte, está claro, es la granería para humanos: todo tipo de frutos secos, legumbres y especias. Todavía hay bastante gente que tiene en casa un pájaro doméstico y, por tanto, debe alimentarse como toca. También algunos conejos. O gallinas en casas del extrarradio. Ya no hay palomares en las azoteas ni se crían palomas mensajeras. Era habitual que en tiempos navideños hubiese que alimentar el capó en casa de cara a las comidas. Ahora esto ya no se estila. Es realmente curioso que en Can Sala mantengan esta sección de alimento animal. Toda una huella vintage que inyecta mucha personalidad en el establecimiento. Claro que algunos de los granos de la sección de animales también tienen salida entre los humanos: la linaza va bien para el tránsito intestinal y el lino procede fabulosamente a los panes integrales.
Miguel lleva unos cuarenta y cinco años trabajando. Desde 1978, cuando la familia Sala –los fundadores– dio trabajo a un joven de quince años que los conocía porque el padre de un amigo suyo compraba la comida de los animales. La tienda fue fundada en 1885 por Isidre Sala y su esposa, Antònia Vilaseca, que habían venido del pueblo leridano de Puigverd de Agramunt. La cuarta generación de los Sala –Antònia Sala– se jubiló en el 2008 y tuvo unos continuadores hasta que en el 2020, justo después de la pandemia, Miguel tomó sus riendas. El mobiliario, eternamente pintado de verde, es más viejo que ir a pie. Pero se conserva perfecto. La decoración rústica es marca de la casa. ¿Cuál es la realidad hoy del negocio? Pues la competencia feroz de los supermercados, hoy la gran mayoría con una sección bien surtida de frutos secos. Y también un gran auge de las tiendas de venta a granel. En Gràcia hay unas cuantas. La cadena El Grano de Gracia, por ejemplo. "Cuando yo empecé, como quien dice, en el barrio había una granería en cada esquina", recuerda Miguel. "Ahora está bastante de moda comprar a granel; mucha gente se hace las tartas en casa, por ejemplo". Esto se notó mucho durante la pandemia: harinas agotadas, almendras también, azúcar, levadura... Las ensaladas son también un puntal para la venta de frutos secos. Y los aperitivos. En Gràcia se ha notado un rejuvenecimiento de la población. Los famosos expados, por supuesto, pero también población oriunda. Gente mayor cliente habitual de toda la vida ya queda poca. Mucha clientela entra porque se ha sentido atraída por las recetas y consejos de los famosos foodies y influencers gastronómicos de las redes sociales. Tienen la capacidad de poner de moda determinados ingredientes y, si el post de TikTok o de Instagram tiene éxito, puede que haya un pico de demanda inesperado.
¿Qué es lo que vienen más? Duele decir. Quizás la almendra tostada y la judía del ganchillo. Pero también todo tipo de harinas. Aparte de la tradicional de trigo o maíz, también de garbanzo, de trigo sarraceno, de arroz, de espelta, de centeno, de avena... Todo el menaje de legumbres hace auténtico gozo. Fabes asturianas, judías de Tolosa, de Santa Pau y del ganchillo, lentejas de Salamanca, frijoles... ¡Ah! Y cuscús y quinoa, ¿cómo olvidar su boom? Casi todo el fruto seco se puede comprar crudo o tostado, con sal y sin sal. Pistachos, avellanas, nueces, nueces pacanas, nueces de Brasil, dátiles, dátiles en rama, piñones, cacahuete con y sin cáscara, ciruelas, variedad de tipos de pasas... ¡Y pipas! Por no terminárselas.
Y especias: pimienta, perejil, eneldo, canela, mostaza, comino, cilantro, hinojo, clavo, albahaca... la lista es interminable. "Las culturas distintas que se incorporan al barrio tienden a querer comprar lo que comen ellos en sus países; esto hace que intentemos tener el máximo de variedad posible", explica Miguel. En Sala tienen también una pequeña sección de legumbre y pasta cocida y un razonable surtido de pasta seca a granel. Entra una clienta: medio kilo de cacahuetes con caparazón, ciento cincuenta gramos de pistachos con sal y cien gramos de pistachos sin sal. Lo mínimo que sirven son cincuenta gramos por producto. "Si no, ¡quizá habría alguien que querría comprar dos nueces!", dice bromeando Miguel.