Aeropuerto: ¿cómo y por qué?

BarcelonaUna vez encendida la luz verde por la ampliación del aeropuerto de El Prat surgen dudas que quizá deberían haberse resuelto antes. Y no todos son de color verde, es decir, ambientales, que sin duda son también esenciales. El primero tiene que ver con la gobernanza. ¿Quién gestionará esta instalación? ¿No deberían participar, de algún modo, los agentes económicos y sociales? Y para saber exactamente de qué hablamos ¿el gestor, Aena, no debería facilitar los datos financieros sobre cada uno de los aeropuertos, empezando por el de la capital catalana?

La segunda cuestión tiene que ver con preguntarse si realmente es necesaria una ampliación de las instalaciones actuales o si se podrían aprovechar los aeropuertos de Reus y Girona como complementos, aunque por ello debería invertirse en interconexiones cómodas y rápidas entre los diferentes aeropuertos. Y todo esto siempre teniendo en cuenta que es necesario aumentar las conexiones intercontinentales, especialmente con Japón, China e India.

Y la tercera cuestión es muy pragmática y consiste en preguntarnos: ¿Todo esto para qué debe servir? ¿Para aumentar la llegada de aerolíneas de bajo coste para que más turistas vengan a celebrar despedidas de soltero o pasar noches de farra con el alcohol más barato que en su país de origen? ¿O bien por tener más y mejores conexiones para facilitar los viajes de negocios y las relaciones comerciales e industriales? En definitiva, lo que debemos evitar es que nos pase como Lyon, la segunda ciudad de Francia, que acaba de realizar un aeropuerto más grande y moderno pero que es víctima de un modelo radial de vuelos intercontinentales que pasan todos por París. Quizá antes de poner la primera piedra deberíamos apostar por un modelo a la alemana en el que el pastel entre continentes se lo reparten entre Múnich, Frankfurt, Hamburgo y Berlín. Ahora, por supuesto, tienen una aerolínea de bandera, Lufthansa, que apuesta. Aquí no tenemos, por ahora.