El amor y la pasión entre una mujer que roza los 50 y un chico que no tiene ni 25
En la novela 'Chéri', de Colette, funciona todo: la provocación, la sensualidad, la ironía, la mordacidad y la profundidad psicológica de los personajes


- Colette
- LaBreu Ediciones
- 152 páginas / 16 euros
Han pasado más de cien años desde la publicación de esta pequeña maravilla llamada Chéri (1920) y, como si se tratara de un reloj construido por el profesional más competente de Suiza, no hay nada que no funcione: la provocación, la sensualidad, la ironía, la mordacidad, la inteligencia, la crítica social y la profundidad psicológica de la que era capaz la gran Colette (1873-1954). El libro aguanta no sólo para que la historia de amor y pasión entre una mujer que roza la cincuentena y el hijo de una de sus amigas, que no tiene ni veinticinco, sea todavía poco convencional. Aguanta, sobre todo, por las capacidades de la escritora francesa: por la perfección natural de los diálogos, por la sutileza de cada gesto de los personajes, por el sentido agudo de la realidad que demuestran cada una de las observaciones que suelta la voz narrativa y por la progresión de los hechos, que está estudiada de forma milimétrica y que deja fuera de campo momentos cruciales de la o más que los amantes desbocados.
Es una de las grandes novelas sobre la sensualidad: como si la escritura se hubiese contagiado de la pasión entre el joven Chéri y la señora Léa, las imágenes precisas y preciosas que construía Colette en cada página permiten a los lectores vivir dentro de las cámaras llenas de damas de setas o de seda Belle Époque que se preguntaban quién era la vieja con el cuello hecho una desgracia que las miraba desde el otro lado del espejo. La ajustada traducción de Teresa Florit debe tener algo que ver. Y también hay un reverso oscuro de todos estos fuegos artificiales: junto a los banquetes, el Pommery y las joyas, junto a las escenas más íntimas de cama, hay unas descripciones del miedo a la soledad o al envejecimiento que conmueven y oscurecen un relato que se resiste a ser sólo de un color. Y luego está el humor, la carcajada que estalla sin avisar: Colette, armada de una pícara agudísima y sin piedad, podía ser más cruel con una sola frase de presentación de personaje que diez autores escribiendo tratados de trescientas páginas: "De setenta años y con la corpulencia de un eunuc encotil... escandalosamente".
No debemos olvidar que Colette vivió en la primera mitad del siglo XX, que era una de las primeras mujeres que ponía palabras a conceptos y sentimientos que antes de ella no se habían expresado, como el tipo de inteligencia que tiene tanto que ver con el sentido común y de la que hace gala la protagonista cuando se da cuenta: una historia como ésta, escrita, de la primera a la última palabra, desde el punto de vista de la mujer. Tras ella, la lista de escritoras que la admiraron es larga, y va de la contemporánea Katherine Mansfield hasta Maria-Mercè Marçal que, en un prólogo que le dedicó, le veía una mirada "medio de gata, medio de zorro": la mirada afuada y nocturna de Sidonie-Gabrielle Colette.