Ana de Armas y Keanu Reeves, frente a frente

En Ballerina, Ana de Armas es Eve Macarro, la asesina con dotes para el ballet que aparecía, brevemente, al inicio de John Wick 3. Parabellum. No es la primera vez que la actriz se sumerge en un universo de ficción férreamente definido: a Sin tiempo para morir, el último filme de James Bond, encarnaba a una agente de la CIA que ejecutaba piruetas letales enfundada en un elegante traje de noche, una aparición que seguramente influyó mucho en su participación en la saga de acción más influyente de la última década. Es un misterio, pues, que la vibrante energía con la que la actriz dominaba sus escenas de ese filme esté en Ballerina asfixiada bajo el peso sofocante de un legado que no parece confiar por completo al desviarse de lo que le ha proporcionado su éxito.

Sólo así se entiende la insistente presencia de Keanu Reeves en el último tercio del filme, así como el excesivo metraje que la película dedica a reiterar y ampliar detalles específicos de la intrincada mitología de la saga. Por eso es interesante la forma en que De Armas busca su espacio en esta rígida estructura: la imponente presencia de la actriz no se debe tanto a sus dotes físicas como a su maleabilidad y convicción como heroína de acción. Así, las mejores siete piezas de este filme irregular y decepcionante son las que implican manejar algún artefacto inesperado (un lanzallamas, granadas en un combate cuerpo a cuerpo) o que sitúan a la protagonista en contextos insólitos como la fantástica secuencia del pueblo de montaña.