Ni un día en casa

Un lugar donde desayunas de tenedor y comidas de cuchara en el Fort Pienc

Al mediodía en el menú diario siempre encuentras guisos, cada día uno diferente, y los jueves, paella

El equipo de La Bullanga en una imagen de archivo.
  • Dirección : Calle Diputació, 437, Barcelona
  • Carta : Tradicional catalana
  • Obligado : Habitas y guisantes con pulpitos y chocolate
  • Vino : Vinos catalanes
  • Servicio : Eficiente y rápido
  • Local : De toda la vida, de barrio
  • Precio por persona: 20 euros

Cada lunes, cuando pasas por delante de la Bullanga, quizás sólo ves una persiana bajada, pero si la subes descubrirás a Roger Sánchez Amat, inmerso en su mundo de fogones y aromas. Con una sonrisa pícara, confiesa: "El primer día de la semana lo dedico a preparar las bases, los caldos y los rellenos. ¡Ahora mismo estoy hirviendo una escudilla y estoy sudando!", dice riendo Roger.

Sus inicios en la cocina son peculiares. Inmerso en el movimiento okupa de Sants, Roger y sus colegas de diferentes movimientos sociales del barrio abrieron en 2001 un proyecto cultural, la Asociación Cultural Arran, donde había una librería, un centro de documentación y un bar; allí empezó Roger. En 2005 separan caminos y nuestro protagonista decide abrir el Terra d'Escudella, muy popular en esta zona, hasta el 2022. Un año más tarde, encuentra un local en el Fort Pienc, cerca de su entorno, de su familia, y decide abrir la Bullanga para continuar haciendo cocina tradicional de la catalana (capitripa, mejilla en el mejilla) con alcaparras, arroz sucio o morcilla). Roger define en una frase el restaurante: "Hagamos desayunos de tenedor y almuerzos de cuchara". "Al principio no creía mucho en los desayunos, pero es una locura. Funciona muy bien. Viene gente joven, y gente mayor que mientras hablan del Barça y política se comen un palmipipa, plato marca de la casa con oreja y hocico de cerdo con pasas y piñones". Al mediodía en el menú diario siempre encuentras guisos, cada día uno diferente, y los jueves, sartén. Los sábados se explaya más con el arroz: lo hacen a la marinera oa la cazuela.

Nosotros vamos entre semana, y del menú de cinco primeros y cinco segundos escogemos para empezar unas habitas y guisantes con pulpitos y chocolate; el arroz a la cubana con beicon y perejil, y la crema de espárragos y calabacín con pipas de calabaza y sésamo negro. Antes probamos un capitripa con garbanzos, para hacer boca. De segundo, el estofado de ternera con setas (el guiso del día); el solomillo de bacora con ajo y perejil y tomate tostado, y la tortilla de verduras y queso azul. El postre de la casa, pannacotta de café y Baileys; helado hielo de limón, y profiteroles con chocolate y canela. Todo regado por el vino a granel de la casa. "Lleva veinte años que lo compro en el Comercial Alpu de Subirats. Trabajan mucho, también todo tipo de licores a granel. No están en ningún DO, pero son vinos catalanes", dice con orgullo Roger.

El nombre del local no es al azar. Las bullangues eran movimientos revolucionarios del siglo XIX en Barcelona. “Quisimos hacer un homenaje a las revueltas sociales del pueblo. sepan apreciar esta comida", insiste. Y añade: "Unos de nuestros clientes habituales son los castellers de los Recogidos, los universitarios que vienen aquí para coger fuerzas y levantar castillos humanos".

Tiene claro su sueño: "Ojalá todos los barrios tuvieran una Bullanga, pero yo con una ya no doy para más. Si un día llego a casa y les digo a la mujer y los niños que abro otra, ¡me echan de casa!", dice riendo. Su historia empezó por un tema social y así aprendió a cocinar. Después, abrió Tierra de Escudella y conquistó a todo el mundo con sus sabores auténticos. Ahora, con su bullanga particular, está revolucionando el barrio del Fort Pienc, llevando la tradición y la pasión por la cocina catalana a nuevas generaciones ya todos los que quieran disfrutar de un buen plato de cuchara con historia y alma.

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